Wednesday, May 12, 2010

El Papa en Portugal (1 bis): La entrevista al Papa en el avión íntegra en español


La fe valiente, inteligente y creativa de Portugal


Entrevista concedida por Benedicto XVI a los periodistas durante su vuelo a Portugal (11-5-2010)


Padre Lombardi: Santidad, ¿qué preocupaciones y sentimientos abrigáis acerca de la situación de la Iglesia en Portugal? ¿Qué se le puede decir a un Portugal en el pasado hondamente católico y portador de fe al mundo, pero hoy en vías de una profunda secularización, tanto en la vida diaria como en los ámbitos jurídico y cultural? ¿Cómo anunciar la fe en un contexto indiferente y hostil a la Iglesia?

Papa: Ante todo, que tengan todos ustedes un buen día y que tengamos un buen viaje, pese a la famosa nube bajo la que nos encontramos. Respecto a Portugal, abrigo sobre todo sentimientos de alegría, de gratitud por lo que hizo y hace ese país en el mundo y en la historia y por la humanidad profunda de ese pueblo, que he tenido ocasión de conocer en una visita y junto con muchos amigos portugueses. Diría que es cierto, certísimo que Portugal fue una gran fuerza de la fe católica, y que llevó esta fe a todos los rincones del mundo: una fe valiente, inteligente y creativa; supo crear gran cultura: lo vemos en el Brasil, en el mismo Portugal, pero también en la presencia del espíritu portugués en África, en Asia. Por otro lado, la presencia del secularismo no es algo completamente novedoso. La dialéctica entre secularismo y fe en Portugal cuenta con una larga historia. Ya en el siglo XVIII hay una fuerte presencia de la Ilustración: piénsese tan sólo en el nombre de Pombal. Vemos así que durante estos siglos Portugal ha vivido siempre en la dialéctica, que como es natural hoy se ha radicalizado y se muestra con todas las señales del espíritu europeo actual. Y creo que esto es un reto y también una gran posibilidad. Durante estos siglos de dialéctica entre Ilustración, secularismo y fe, nunca faltaron personas que quisieran tender puentes y crear un diálogo, pero, por desgracia, la tendencia dominante fue la de la contrariedad y la exclusión recíprocas. Hoy vemos que precisamente esta dialéctica es una chance, que debemos hallar la síntesis y un diálogo profético y profundo. En la situación multicultural en la que todos vivimos, se advierte que una cultura europea únicamente racionalista no tendría la dimensión religiosa trascendente, no estaría capacitada para entablar diálogo con las grandes culturas de la Humanidad, que poseen todas ellas esa dimensión religiosa trascendente, que es una dimensión del ser humano. Por lo tanto, pensar en la existencia de una razón pura, antihistórica, existente tan sólo en sí misma y que sería «la» razón, es un error, pues descubrimos cada vez más que atañe tan sólo a una parte del hombre, que expresa una determinada situación histórica, pero que no es la razón en sí. La razón como tal está abierta a la trascendencia, y sólo en el encuentro entre lo trascendente y la fe y la razón el hombre se encuentra a sí mismo. Pienso, por lo tanto, que la tarea y la misión de Europa en esta situación estriban precisamente en hallar ese diálogo, en integrar fe y racionalidad moderna en una única visión antropológica, que complete al ser humano y haga así comunicables las culturas humanas. Diría, pues, que la presencia del secularismo es algo normal, pero que la separación, la contrariedad entre secularismo y cultura de la fe es anómala y debe superarse. El gran reto de este momento es que los dos se encuentren y hallen así su identidad verdadera. Ésta, como he dicho, es una misión de Europa y la necesidad humana en esta historia nuestra.



Padre Lombardi: Gracias, Santidad, y continuemos, pues, con el tema de Europa. La crisis económica se ha agravado recientemente en Europa y afecta de especial manera también a Portugal. Algunos líderes europeos piensan que el futuro de la Unión Europea corre peligro. ¿Qué lecciones cabe sacar de esta crisis, incluso en el plano ético y moral? ¿Cuáles son las claves para consolidar la unidad y la cooperación de los países europeos en el futuro?

Papa: Diría que precisamente esta crisis económica, con su componente moral que nadie puede dejar de ver, es un caso de aplicación, de concreción de lo que dije antes, es decir de que las dos corrientes separadas tienen que encontrarse; de lo contrario, no hallaremos el camino hacia el futuro. Aquí también vemos un dualismo falso, o sea un positivismo económico que piensa que puede realizarse sin el componente ético, un mercado que se regularía exclusivamente por sí mismo, por las meras fuerzas económicas, por la racionalidad positivista y pragmatista de la economía; la ética sería algo ajeno, extraño a ello. En realidad, ahora vemos que un pragmatismo económico puro, que prescinda de la realidad del hombre —que es un ser ético—, no acaba de manera positiva, sino que crea problemas insolubles. Por eso es ahora el momento de comprobar que la ética no es algo exterior, sino interior a la racionalidad y al pragmatismo económico. Por otro lado, también debemos confesar que la fe católica, cristiana, a menudo era demasiado individualista: dejaba las cosas concretas, económicas, en manos del mundo y pensaba tan sólo en la salvación individual, en los actos religiosos, sin percatarse de que éstos entrañan una responsabilidad global, una responsabilidad hacia el mundo. Por lo tanto, aquí también debemos entablar un diálogo concreto. He intentado, en mi Encíclica Caritas in veritate —y toda la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia va en la misma dirección—, ampliar el aspecto ético y de la fe por encima del individuo, a la responsabilidad hacia el mundo, a una racionalidad «plasmada» por la ética. Por otro lado, los últimos acontecimientos habidos en el mercado, durante estos dos o tres últimos años, han mostrado que la dimensión ética es una dimensión interna y debe entrar en el seno de la acción económica, porque el hombre es uno y se trata del hombre, de una antropología sana, que todo lo implica, y sólo así se resuelve el problema, sólo así Europa desempeña y realiza su misión.

Padre Lombardi: Gracias, y hablemos ahora de Fátima, que será en cierto sentido el culmen, también en lo espiritual, de este viaje. Santidad: ¿Qué significado encierran hoy para nosotros las apariciones de Fátima? Cuando presentasteis el texto del tercer secreto en la Sala de Prensa del Vaticano, en junio de 2000 —varios de nosotros estábamos presentes, junto con algunos colegas de entonces—, se os preguntó si el mensaje podía extenderse, más allá del atentado a Juan Pablo II, también a otros sufrimientos de los papas. ¿Es posible, en vuestra opinión, enmarcar también en aquella visión los sufrimientos de la Iglesia de hoy por los pecados de los abusos sexuales a menores?

Papa: Ante todo quisiera expresar mi alegría por ir a Fátima, por rezar ante la Virgen de Fátima, que es para nosotros un signo de la presencia de la fe, de que precisamente de los pequeños nace una nueva fuerza de la fe que no se limita a los pequeños, sino que tiene un mensaje para todo el mundo y entra en contacto con la historia en su presente, iluminándola. En el año 2000, en la presentación, dije que una aparición, o sea un impulso sobrenatural, que no procede tan sólo de la imaginación de la persona, sino en realidad de la Virgen María, de lo sobrenatural, entra en un individuo y halla expresión en las posibilidades de ese individuo. El individuo está determinado por sus condiciones históricas, personales, temperamentales, por lo que «traduce» el gran impulso sobrenatural a sus posibilidades de ver, de imaginar, de expresar, pero en tales expresiones, forjadas por el individuo, se encierra un contenido que va más allá, más profundo, y sólo en el transcurso de la historia podemos ver toda su profundidad, que estaba —por así decirlo— «ataviada» con esa visión al alcance de las personas concretas. Diría, pues, aquí también, que más allá de esa gran visión del sufrimiento del Papa, que podemos referir en primera instancia al papa Juan Pablo II, se indican realidades del futuro de la Iglesia que se desarrollan y se muestran progresivamente. Por lo tanto, es verdad que, además del momento indicado por la visión, se habla, se ve la necesidad de una pasión de la Iglesia, que naturalmente se refleja en la persona del Papa, pero el Papa significa la Iglesia, por lo que son sufrimientos de la Iglesia los que se anuncian. El Señor nos dijo que la Iglesia padecería siempre, de diferentes maneras, hasta el fin del mundo. Lo que importa es que el mensaje, la respuesta de Fátima, no se refiere sustancialmente a devociones particulares, sino precisamente a la respuesta fundamental, es decir conversión permanente, penitencia, oración y las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Así vemos aquí la respuesta auténtica y fundamental que la Iglesia tiene que dar; que nosotros, cada individuo, hemos de dar en esta situación. Respecto a las novedades que hoy podemos descubrir en este mensaje, se da también el hecho de que no sólo de fuera llegan ataques al Papa y a la Iglesia, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente del interior de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia. Esto también se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de manera realmente aterradora: que la mayor persecución contra la Iglesia no viene de sus enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia, y que la Iglesia tiene, por lo tanto, una necesidad profunda de aprender de nuevo la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender por un lado el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye a la justicia. En una palabra, debemos aprender de nuevo precisamente lo esencial: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales. De esta manera respondemos, somos realistas al esperar siempre el ataque del mal, que ataca desde dentro y desde fuera, pero sabemos también que las fuerzas del bien siempre están presentes y que, al final, el Señor es más fuerte que el mal y la Virgen es para nosotros garantía visible, maternal, de la bondad de Dios, que tiene siempre la última palabra en la historia.

Padre Lombardi: Gracias, Santidad, por la claridad, por la profundidad de vuestras respuestas y de esta palabra conclusiva de esperanza que nos habéis dado. Deseamos de corazón que podáis realizar con serenidad este viaje tan exigente y que podáis vivirlo también con toda la alegría y la profundidad espiritual que el encuentro con el misterio de Fátima nos inspira. Que tengáis un buen viaje; nosotros intentaremos desempeñar bien nuestro servicio y difundir objetivamente lo que hagáis.

(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA.)

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