Thursday, May 06, 2010

Iconos de Pascua – Santo Tomás


Entre los testigos de la resurrección de Jesús citados con nombre propio en el Evangelio, Tomás atrae la atención de manera muy especial, por encontrarse representadas en él tantas de nuestras dudas y dificultades para creer. En todos los Evangelios aparece el nombre de Tomás como uno de los escogidos por Jesús para ser apóstol. Lleva por apodo “el mellizo”, que se ganó, según dicen, porque deseaba parecerse en todo a su Maestro. “Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».” (Jn 11, 16).
Benedicto XVI, en su comentario sobre el Apóstol, lo explica: “Su nombre deriva de una raíz hebrea, «ta'am», que significa «mellizo». De hecho, el evangelio de san Juan lo llama a veces con el apodo de «Dídimo» (cf. Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2), que en griego quiere decir precisamente «mellizo». No se conoce el motivo de este apelativo.” (Audiencia, 27 diciembre, 2006)


Fue a Tomás a quien Jesús desveló su identidad. “Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 5-6).

Un dato que sorprende en la narración de la aparición de Jesús a sus discípulos es que se señale expresamente la ausencia de Tomás (Jn 20, 24). Cuando en una familia se viven momentos muy intensos, se desea que estén todos los miembros, y la falta de alguno se siente doblemente. De ahí el interés que muestran todos los compañeros de Jesús en comunicarle al “Mellizo”, que el Maestro había resucitado.

La interpretación habitual de la actitud de Tomás frente a la noticia de la resurrección de Cristo se conforma con achacarla a la incredulidad. Sin embargo, hay quien se atreve a imaginar que la resistencia del Apóstol a aceptarla se debe a que no podía abrirse a la noticia por miedo a que fuera mentira, pues no podría resistir una nueva desilusión. Y dice por eso: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20, 25). El Papa Benedicto comenta la escena: “En el fondo, estas palabras ponen de manifiesto la convicción de que a Jesús ya no se le debe reconocer por el rostro, sino más bien por las llagas. Tomás considera que los signos distintivos de la identidad de Jesús son ahora sobre todo las llagas, en las que se revela hasta qué punto nos ha amado. En esto el apóstol no se equivoca.” (Audiencia, 27 diciembre, 2006)

El texto del Evangelio señala: “Luego (Jesús) dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío»” (Jn 20, 26-27). ¡Cómo ilumina la confesión de Santo Tomás, y cómo nos deja en intensa contemplación!
Ecclesia

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