En el diario El País, de hoy, hay un reportaje sobre Los Legionarios de Cristo.
En 1950 solo tenían un sacerdote, su fundador, Marcial Maciel; hoy, cerca de 1.000. Su estrategia corporativa ha sido crecer a toda costa. Copiando el ardor guerrero de los jesuitas y el elitismo del Opus Dei. Y añadiendo una pizca de secretismo. Su objetivo siempre fue atraer a los "líderes del mundo"; como confirma un viejo legionario: "Maciel tuvo claro que teníamos que ir a la punta de la pirámide; a por los líderes naturales y económicos y, a través de nuestros colegios, a por sus hijos. La clave era influir. Y, teóricamente, ayudar a los pobres a través de los ricos, como Robin Hood".
Han creado en solo 60 años un holding eclesial con 15 universidades y 48 más en México para las clases populares; 177 colegios, 133.000 alumnos, 20.000 empleados, 3.450 sacerdotes y religiosos y un millar de consagradas (su rama femenina de religiosas sin hábito); un brazo laico, Regnum Christi, con 75.000 miembros divididos en células; y una telaraña de seminarios, comunidades, institutos, casas de retiro y formación, campamentos, clubes juveniles y de debate, medios de comunicación y pisos en 45 países, de los que nueve colegios, dos escuelas infantiles y una universidad están en España. "Diez legionarios trabajamos por 20 curas", profiere con orgullo el padre Florián Rodero, un legionario irreductible. "Los curas progres piensan que tener un aspecto digno y distinguido nos separa del pueblo. Y yo les contesto que hay que estar con el pueblo, pero sin ser del pueblo. Hay que estar en tu sitio como sacerdote listo para defender a la Iglesia de la persecución de la que es víctima por sus enemigos".
Eran los elegidos. Iban a salvar la Iglesia. Fueron el eficaz martillo de la Santa Sede contra la Teología de la Liberación; activistas incansables contra el condón, el aborto, la eutanasia y la reproducción asistida (en la última década, a través de sus sesgadas cátedras de Bioética); enemigos del matrimonio entre personas del mismo sexo; generosa fuente de financiación para el Vaticano y, ante todo, la fiel caballería ligera de Juan Pablo II para implantar su modelo de catolicismo: resistencia, reconquista y restauración. La Iglesia como poder político. La Legión creció muy rápido. Tenía los pies de barro. Y un terrible secreto en su interior que tras décadas de ocultamiento terminaría por estallar: su fundador, Marcial Maciel, nacido en México en 1921, era un farsante.
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