05 de julio, 2013. (Romereports.com) Álvaro del Portillo fue el más estrecho colaborador de San Josemaría Escrivá y su primer sucesor al frente del Opus Dei.
En 1935 conoció a Josemaría Escrivá en Madrid cuando estudiaba Ingeniería. Poco después se incorporó al Opus Dei. No eran tiempos fáciles para los católicos en España. Él fue herido en la cabeza cuando daba clases de catecismo en una barriada pobre de Madrid.
En 1944 se ordenó sacerdote y en 1946 San Josemaría le encargó viajar a Roma para preparar la aprobación vaticana del Opus Dei. Desde entonces la Ciudad Eterna se convirtió en su casa.
En Roma conoció a varios papas y trabajó intensamente en la Curia vaticana y en los trabajos del Concilio Vaticano II.
Su fidelidad a la Iglesia le llevó a secundar lo que le pedía el papa Pablo VI primero y Juan Pablo II después, con quienes mantuvo una verdadera amistad ya antes de ser elegidos papas.
ÁLVARO DEL PORTILLO
(Sídney, Australia, 1989)“Antes de salir de Roma hace 8 ó 10 días le dijimos al Papa que salíamos de viaje y que íbamos a estar aquí en Australia y que después íbamos a estar en otros sitios. El Papa dijo que era un viaje al que daba mucha importancia y que a todas las personas que viese yo les diese yo de parte del Papa, su bendición y con la bendición del Papa tres cosas añadió, su recuerdo, su afecto y su oración”.
Impulsó el apostolado del Opus Dei en 20 nuevos países. Centró sus esfuerzos en divulgar la llamada universal a la santidad. Promovió una catequesis mundial sobre la bondad y la santidad de la familia.
Lanzó iniciativas sociales en África y América, decenas de centros educativos y de capacitación profesional y centros sanitarios como el hospital Monkole de Kinshasa, en el Congo o el Campus Biomédico en Roma. Pero sobre todo alentaba a las personas que encontraba a tratar a Cristo y a hablar de Dios con el ejemplo.
ÁLVARO DEL PORTILLO
(Houston, EE.UU, 1989)“Que te vean hijo mío con esa sonrisa que tienes ahora, que te vean alegre, que te vean contento y la gente que te rodea católicos y no católicos empezarán a decir ¿por qué esta siempre tan contento? Y el secreto lo sabemos tú y yo, el secreto es que procuras ser amigo de Dios”.
Otra de sus pasiones era la preocupación por la formación de los sacerdotes. En 1985 fundó en Roma un centro educativo que se convertiría más adelante en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, donde se forman miles de sacerdotes de todo el mundo.
El 23 de marzo de 1994, pocas horas después de su fallecimiento, Juan Pablo II acudió a rezar ante el cuerpo de su amigo al que calificó como “un hombre bueno y fiel”.
El emocionante relato de la mamá de José Ignacio Ureta: "El amor de Dios está con nosotros"
Susana Wilson relató a "La Segunda" los duros momentos que vivió cuando nació su hijo, quien estuvo "muerto" durante más de media hora. Asegura que nunca perdió la fe y que hizo un "trato" con Alvaro del Portillo, el prelado Opus Dei que será beatificado gracias a esta milagrosa recuperación.
"¡Todo en él es un milagro!"
Con esta frase Susana Wilson, madre del pequeño José Ignacio Ureta, resume estos diez años junto a su hijo... desde el minuto en que supo que estaba embarazada. Pese a los múltiples contratiempos, cuenta, nunca perdió la fe. Por eso se encomendó a Alvaro del Portillo.
"Nosotros nos le habíamos rezado a don Alvaro del Portillo desde que supimos que venía mal. Entonces cuando nos avisan que lo están reanimando, pensé: "¡Pucha, no! Yo quiero que esté aquí conmigo", y la verdad es que lo único que hice fue rezar".
Susana, emocionada, con los ojos inundados en lágrimas, recuerda que nunca dejó la estampita de "don Alvaro" de lado: "Recé, recé, recé y recé. Empezó a llegar gente y la verdad perdí la noción del tiempo, pasaban tantas cosas alrededor mío... y de repente nos avisaron que había recuperado la frecuencia cardíaca, pero que estaba mal. En el ambiente no había mucha esperanza. Yo seguí rezando, seguí rezando, seguí rezando y decía: "¡Dios, yo sé que tú me van a ayudar!, ¡don Alvaro por favor ayúdame!".
Quienes la veían en la sala de espera aseguran que su forma de pedir la ayuda divina era tan potente que sorprendía. Susana asegura que en esos momentos "me sentía absolutamente acompañada y apoyada, me sentía con una fuerza interior. Mi cercanía a Dios en ese minuto era enorme".
Son tres los milagros...
Para la madre, en el caso de su hijo hubo tres milagros, "uno en el momento de la reanimación (recuperación de la complicación cardíaca); segundo que él perdió tres veces el volumen de toda su sangre... y la recuperó, ¡a pesar de pesar sólo dos kilos! Entonces, si tú te pones a pensar, es impactante. Los médicos me explicaban que en un adulto eso es imposible, menos en un niño de esas características. Y el tercer milagro es vivir cada día, don Alvaro lo premia todos los días, porque él no debería estar vivo, el camina, corre, salta y juega porque en el fondo él es un milagro".
-¿Por qué pensó Alvaro del Portillo y no en otro santo?, ¿cómo lo conocía?
-Por dos razones, porque mi mamá (Susana Holzapfel) nos sugirió que lo hiciéramos, y ella en una operación anterior se había encomendado y nos dijo que le rezáramos. Y también porque yo pensé y dije: "Ya don Alvaro, tú te ocupas de hacer el milagro y yo me ocupo de mandar todo lo que tenga que mandar, de hacer todos los papeles que tenga que hacer para que esto se convierta en un milagro tuyo. Fue como una especie de trato que hice con él.
Si bien no la dimensiona bien, José Ignacio conoce su historia y -según cuenta Susana-, "se emociona al recordarla, permanece callado cuando uno le habla de esto. Yo creo que guarda mucho de los que siente en su corazón. Ayer le comentamos un poco más y se impresionó, se emocionó mucho, porque siempre le hemos dicho que don Alvaro es importante en su vida, de hecho su ángel de la guarda se llama Alvaro y nuestro hijo menor también, así de importante es él en nuestra familia.
-¿Cómo crees que ayude tu historia en la vida de personas que no son cercanas a Dios?
-Que se sepa que el amor de Dios está alrededor de nosotros y que siempre nos está acompañando. Dios nos bendijo, a través de don Alvaro del Portillo, con este milagro, y con un hijo espectacular que nos llena de alegría. En el fondo la presencia de Dios está aquí, yo lo vivo todos los días, cada vez que José Ignacio se levanta, con es alegría que lo caracteriza, que me saluda, que va a tomar desayuno, que va al colegio. Eso es una gracia de Dios que uno no puede olvidar.
La segunda
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