“Lo primero en que Jesús quiere actuar como maestro frente a nosotros, es enseñarnos a ser disponibles al misterio de Dios. Es el primer salto mortal de nuestra fe.
Dios es el Dios que viene, «preparen los caminos del Señor». Dios no es un lejano indiferente: Él se hace presente a nuestra realidad, a nuestra experiencia. Se nos muestra deseoso de comunicarse con nosotros: es misterioso, pero no es hermético, cerrado.
Dios es el que se comunica con nosotros por medio de su Hijo predilecto.
Dios aparece como un misterio que no alcanzamos a encajonar en nuestra cabeza, pero que, en cierto punto de nuestra historia, toma una iniciativa y se nos acerca para mover nuestra vida: nada más real y cercano que Jesús.
Tal vez nosotros quisiéramos que el Evangelio nos diera al tiro una explicación teórica de quién es Dios; pero en su sabiduría nos invita más bien a comprender que Dios es aquel que está por tomar posesión de nuestra vida y que Él viene a nuestro encuentro misteriosamente, por iniciativa suya, no por descubrimiento nuestro. Para ello, tenemos que estar siempre disponibles”.
(Esteban Gumucio, Fijos los ojos en Jesús, p. 105 y 106)
¿En qué momentos de la vida reconozco que Dios se me ha hecho radicalmente presente?
¿Estoy dispuesto a dejar que Dios tome posesión de mi vida, dejándome conducir por su Amor?
Cuando rezo el Padre Nuestro y digo “hágase tú voluntad” ¿abro verdaderamente la puerta de mi corazón?
Releamos las palabras de Esteban y saboreémoslas durante el día permitiendo que a través del perfume de la primavera y los rostros de nuestros hermanos también se cuele el Señor…
Matías Valenzuela ss.cc.
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