"Los hemos acomodado lo mejor que hemos podido"
"Les hemos dado la bienvenida con los brazos abiertos"
(Agencia Fides) - "En el Carmelo hemos alojado a más de 2.000 personas. Es difícil contarlos a todos. Vienen de diferentes barrios. La mayoría son niños muy pequeños con sus madres", dice el padre Padre Federico Trinchero, carmelita descalzo misionero italiano de 35 años, superior y maestro de los alumnos del convento de Notre Dame du Mont Carmel en Bangui, capital de la República Centroafricana, donde la seguridad sigue siendo precaria a pesar de la intervención de las tropas francesas y africanas.
Justo la noche entre el 9 y el 10 de diciembre, dos soldados franceses murieron en un enfrentamiento con las bandas armadas en las calles de la ciudad. El convento, relata el misionero que trabaja en la República Centroafricana desde hace 4 años, había acogido al primer grupo de 600 personas el 5 de diciembre, cuando estalló un combate violento entre los rebeldes Seleka y las milicias "anti Balaka".
Después el 6 de diciembre, cuando el toque de queda había terminado, varias personas trataron de regresar a casa, pero la reanudación de los combates han hecho regresar a los desplazados al convento, a los que se han sumado más tarde cientos de otras personas. "Les hemos dado la bienvenida con los brazos abiertos. Los hemos acomodado lo mejor que hemos podido. Aunque la lluvia, en un determinado momento muy fuerte, ha complicado todo ¡haciéndolo más difícil", dice el padre Federico.
La condiciones de seguridad precarias bloquean la llegada de alimentos y medicinas al Carmelo, pero esto no ha impedido al p. Federico y a sus "invitados de honor", como él llama a los desplazados, el organizar de la mejor forma posible la vida comunitaria. "A las 9:00 am parte la recogida de basura... porque alrededor de 2000 personas que están en un espacio menos grande de un campo de fútbol, sin duda tienen sus necesidades y algunos inconvenientes. Si vamos a ser un campo de refugiados tenemos que hacerlo bien", dice el padre. Federico.
"Con los niños limpiamos toda la zona. Luego, en fila india, nos lavamos las manos y como premio tenemos una tortita. Mientras tanto, la gente cocina, lava a los niños, lava la ropa y la tiende. Incluso la red de voleibol se convierte en un cómodo tendedero para la ropa. Organizamos el acceso al agua y al baño, desinfectamos con lejía y delimitamos las zonas con cal".
P. Federico, que se las arregla para mantener contacto con el resto del mundo, concluye diciendo "sabemos que hay gente orando por nosotros. A todos ellos les digo gracias"
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