Hablan dos de los discapacitados a quienes Francisco lavó los pies la tarde del Jueves Santo en un centro de acogida de Roma
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZCIUDAD DEL VATICANO
“Es uno de nosotros, un hermano, un amigo”. No logra contener la emoción Angelica Belli, desde su pequeña silla de ruedas. Tiene la sonrisa bordada en sus labios, no obstante apenas le queden un par de dientes. La anciana es uno de los 12 enfermos a los cuales Jorge Mario Bergoglio lavó los pies la tarde del Jueves Santo. Ella no tiene dudas: “Es el Papa del pueblo, exactamente como San Francisco de Asís”.
Uno detrás de otro. El más joven Osvaldinho, de 16 años, la mayor ella, Angelica, de 86. Una fila entramada por historias de sufrimiento y abandono, rescatadas gracias a don Gnocchi, el sacerdote italiano iniciador de la fundación que hoy lleva su nombre y que gestiona el centro de acogida Santa María de la Providencia, ubicada en la periferia norte de Roma.
Hasta ese lugar, que acoge unos 250 discapacitados, llegó Francisco la tarde del jueves para presidir la misa “In coena domini”, que recuerda la última cena de Cristo, la instauración del sacramento de la eucaristía y el lavado de los pies a los 12 apóstoles.
En el corazón del lugar, justo en medio de los tres edificios donde residen los enfermos, se encuentra el templo. Un edificio moderno, con extraños vidrios multicolores donde se imponen el rojo, el amarillo y el verde. A un lado, en segundo término, se ubicaron los 12 discapacitados. Hombres y mujeres, uno de ellos de religión musulmana.
Después de una homilía durada menos de cinco minutos, el Papa se dirigió hacia ellos. No obstante sus 77 años y sus problemas de movilidad, se arrodilló ante cada uno, lavó con paciencia sus pies y los besó con amor.
Samuele Chiavari no pudo ni siquiera tomarle la mano. Pensaba hacerlo, pero la emoción lo bloqueó. Tiene 66 años, la mayor parte de los cuales los ha pasado en una silla de ruedas. A apenas tres lo afectó una poliomelitis. Don Gnocchi lo salvó del olvido, en su pueblo de montaña. Le mostró que podía ofrecer algo a los demás, no obstante su condición.
Por años él estudió y trabajó en el centro visitado por el pontífice y fue elegido para ser uno de los 12. Cuando se lo comunicaron, esa noche no pudo dormir. “Don Gnocchi y el Papa Francisco me provocaron el mismo espíritu, la misma alegría”, contó al Vatican Insider casi en lágrimas.
“Nunca había sentido la emoción de hoy. Vi que le costaba moverse, pero su espíritu de humildad, de ponerse a disposición, no logré decirle nada, quería darle la mano pero por la emoción me quedé bloqueado. Su mensaje es el de estar disponible hacia los demás, yo tenía ya un empeño y ahora lo reforcé después de este encuentro. También en mis condiciones puedo yo también dar mucho, porque recibí mucho”, agregó.
Le embargó la misma emoción de Angélica Belli. Ella se siente afortunada, no obstante el reumatismo grave que le ha obligado a sufrir varias operaciones desde 1988. Es más, considera a la enfermedad como una bendición. “Si yo no tenía la pierna así, no hubiese tenido la fortuna de estar acá, con el Papa”, aseguró con determinación.
“Este momento es fantástico, no te salen las palabras, la belleza de este momento va más allá de cualquier límite. ¿Cómo se hace para encontrar las palabras y contar el gozo que vivimos?
Cuando vino el Papa sentí: es uno de nosotros, sentía una gran alegría dentro porque es el Papa del pueblo, encontramos un hermano, un amigo. Es del pueblo, de la gente pobre, de los enfermos y por eso para mi es un santo, ya desde ahora”, estableció.
Sin dudar afirmó que el centro de acogida, donde reside, es la “ciudad de la sonrisa”, aunque todos los que ahí viven son inválidos. La sonrisa se la procuran los jóvenes enfermeros y voluntarios. A ellos los ha bautizado como un “ejército de ángeles”, por su incansable asistencia.
Y apuntó, con sabiduría: “Se les tendría que premiar a estos jóvenes, en el cielo y por parte de los hombres. Los políticos se deberían despertar y ver la belleza de estos muchachos, deberían venir a escuela acá, a tomar lecciones de estos buenos jóvenes. Terminarían todas las guerras si hubiese un poco más de igualdad y de humanidad, terminarían todas”.
Vatican Insider
La visita del Papa...¡El mejor regalo!
Francisco ha decidido celebrar este año el Jueves Santo con pacientes con discapacidad seria atendidos en la red de hospitales de la Fundación Don Gnocchi.
FABIO DE SANTIS
Fundación Don Gnocchi
"Este lugar es un lugar de sufrimiento. Un lugar en donde la fragilidad humana está presente”.
Angélica tiene 86 años. Es una de las doce a las que Francisco ha lavado los pies y la más veterana del grupo. Se está recuperando de una caída que le costó varias costillas y la cadera fracturada.
ANGELICA
"Nos cuidan día y noche. Constantemente. Hacen un trabajo muy difícil porque la mayora parte de los que estamos aquí somos ancianos. Pero ellos vienen con cariño, con amor y sonriendo. Yo llamo a este lugar la ciudad de las sonrisas”.
Angelica sabe lo que es sufrir y trabajar. Se quedó viuda con apenas 39 años y desde entonces removió cielo y tierra para sacar adelante a sus tres hijos. Trabajó como limpiadora y niñera. Después terminó los estudios para acceder a puestos mejor pagados porque la pensión era muy baja. La visita es el mejor regalo que ha tenido nunca.
ANGELICA
"Pero si yo soy la última rueda del carro, como se dice aquí pero... Es un grande, ¡un grande! Me gustaría cantarle una canción, no sé si me dejarán".
- ¿Qué canción?
- Ahora la canto...
En este centro médico tienen pacientes de todo tipo. Algunos se curarán pronto, como Angélica, pero otros, a lo mejor nunca. Estas son las personas ante las que Franciscoha decidido inclinarse para lavarles los pies.
FABIO DE SANTIS
Fundación Don Gnocchi
"Tenemos pacientes que vienen por 20 días o un mes. También personas que por desgracia su destino ya está señalado. El Papa tiene siempre presente al hombre, a la persona, al que sufre y quizás por eso ha elegido a esta Fundación y a este centro en particular”.
Entre las 12 personas hay tres extranjeros, uno de ellos musulmán. El más joven es Osvaldinho, de 16 años. Se quedó paralítico por echarse al mar en un lugar en donde la marea era baja.
El centro médico Santa María alla Provvidenza es un lugar tranquilo y apartado, al oeste de Roma, a 15 kilómetros del Vaticano. Está dentro de la estructura de la Fundación Don Gnocchi, en donde atienden a personas con discapacidad desde hace 60 años.
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