SEÑOR; EL MUNDO ESTÁ ENFERMO
Por Javier Leoz
Cerramos, con el evangelio que relata la tercera catequesis
bautismal, esta serie de domingos cuaresmales que nos van a conducir a la
Semana Santa. La resurrección de Lázaro refleja la carta final y definitiva de
Jesús: es la resurrección y la vida. Despertemos pues nuestra fe y la
confirmemos ante estos milagros que nos hacen ver y sentir profundamente el
señorío de Cristo. No creemos en los milagros sino en el Señor de los milagros.
1. ¿Qué vivimos e intuimos en el clima de esta celebración
cuaresmal? Entre otras cosas que, el poder del Señor, es más fuerte que la
muerte y que, por lo tanto, tenemos derecho a creer, soñar y pensar en la
eternidad. Es una herencia que el Padre tiene reservada, por pura iniciativa
suya, para los que creen y esperan en El.
Como Lázaro, muchos de nosotros y de los hombres
contemporáneos, nos encontramos enfermos y a veces en el filo del abismo de la
muerte. Son muchas las circunstancias que nos preocupan. Y es que, a través de
muchos medios, orales, televisivos o escritos, nos siguen alcanzando las mismas
noticias que llegaron a los oídos de Jesús: “tu amigo (el mundo) está enfermo”.
2. El anuncio de la resurrección de Lázaro era pregón
adelantado de la definitiva resurrección que, días después, iba a darse en la
persona Jesús. Lázaro (por aquello de que las alegrías verdaderas duran poco)
moriría después. Por el contrario, Cristo, después de saltar del sepulcro no
vuelve a morir y nos deja el camino marcado: desapareceremos pero, por su
muerte y resurrección, resucitaremos. Como Marta, y ante la enfermedad severa
que padecen muchos hombres con claros síntomas de “incredulidad” nosotros
respondemos: “Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo
que tenía que venir al mundo”:
3.- La muerte ha sido y será un gran enigma para el hombre.
La ciencia, como mucho, puede aplazarla e incluso “invernarla” pero nunca podrá
convertir al ser humano en un ente eterno. Entre otras cosas porque, si así
fuera, perdería el sentido de vivir, las ganas de superación. ¿Por qué y para
qué trabajar, despuntarse, llorar o sufrir, reír o cantar, viajar o descansar…
si vamos a estar siempre aquí y así en el mundo? ¿No sería un vivir sin vivir?
Jesús con la resurrección de Lázaro nos prepara con
expectación a la fiesta de la Pascua. Ya sabemos la línea maestra y fundamental
de estas próximas horas: Jesús derrota al gran enemigo de sus amigos, la
muerte. ¿Puede hacer algo más por un amigo (por ti y por mí) el Señor?
“Sal de ahí”. Fue el imperativo de Jesús a un Lázaro
maniatado por las vendas y fulminado por la muerte. ¿De dónde tenemos que salir
nosotros? ¿De qué sepulcros? ¿De qué cavernas que nos impiden vivir con alegría
el don de la vida?
4.- TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Cuando me digas “sal de ahí”
quiero dejar la fría losa que me inmoviliza
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Y, al verte conmovido porque ya no estaré muerto sino vivo
darte las gracias porque, ante todo, me darás la vida Señor
Porque, tus promesas, son más fuertes que la misma muerte
porque tu fama, Señor, desde siempre me ha impresionado.
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Pero, mientras no llegue ese momento,
guárdame en tu corazón, amigo y Señor,
no olvides que, mientras estuve y caminé en la tierra,
pensé en Ti, di gracias por haberte conocido
cerré los ojos al mundo con el sueño de poder escuchar un día:
¡AMIGO, SAL DE AHÍ!
Haz, Señor, que mientras asoma ese instante de partir
cuando algunos lloren y otros recen por mí
te siga amando con todo mi corazón, fuerza y afecto
Amén.
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