Francisco se arrodilla y lava los pies de doce apóstoles del sufrimiento
"Él es Dios, y se ha hecho siervo, servidor nuestro, un trabajo de esclavos, de siervos"
(Jesús Bastante).- Fue un momento intenso, un gesto impecable, escandaloso en la época de Jesús, y aun hoy: un Papa arrodillado ante doce apóstoles del sufrimiento, la enfermedad y la postración, lavándoles los pies como antes sólo hacían los esclavos. Un Papa cansado, que había de ser ayudado a levantarse después de cada rodilla en tierra. Un hombre que recordó, en una breve e improvisada homilía, que ésta es "la única herencia que nos ha dejado Jesús: ser servidores los unos de los otros, ser servidores en el amor".
Lo hizo en la celebración del Jueves Santo que, por segunda vez en la historia, no tuvo lugar en una basílica vaticana, sino en el centro "Santa María de la Providencia" de la fundación Don Gnocchi.
Francisco no lavó los pies a sacerdotes, obispos o cardenales, sino a doce enfermos mentales, discapacitados, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, católicos, musulmanes o sin religión. Porque el mandato que Jesús nos deja en el Día del Amor Fraterno no es otro que el de "ser servidores, los unos de los otros", sin importar raza, religión o estado en el que nos encontremos. Una sola familia humana, unida en el amor de Dios hacia todas sus criaturas.
Una breve homilía antes de arrodillarse, sin papeles, vibrando, señalando que, en el Evangelio, "Jesús nos ofrece un gesto de despedida, y nos deja una herencia". "Él es Dios, y se ha hecho siervo, servidor nuestro. Y esta es la herencia: también vosotros tenéis que ser servidores, los unos de los otros".
Jesús, recordó el Papa, se aproxima al final de su trayecto en la tierra. "Y él ha hecho este camino, por amor". "También vosotros debéis ser servidores en el amor. Esta es la herencia que nos ha dejado Jesús".
El gesto de lavar los pies, "un gesto simbólico, lo hacían los esclavos, los siervos, a los comensales.... Porque venían por los caminos polvorientos. Cuando estaban por la casa era necesario lavarse los pies", explicó, con sencillez, Bergoglio.
Y es por ello que "Jesús cumple un gesto, un servicio, un trabajo de esclavos, de siervos. Y eso lo deja como herencia para nosotros. Tenemos que ser servidores los unos de los otros", repitió.
"Y por eso la Iglesia, cuando se conmemora la Última Cena, cuando Jesús instituye la Eucaristía, pone en la ceremonia este gesto de lavar los pies, que nos recuerda que debemos ser siervos los unos de los otros", volvió a explicar. Muchos no lo entenderán, escondidos como se hallan en sus púlpitos y sus cuotas de poder y de ortodoxia. Pero el mensaje es claro, el mismo que dijo Jesús: "ser siervos los unos de los otros".
"Ahora yo haré este gesto, pero todos nosotros, pensemos en los demás, en el amor que Jesús nos dice que tenemos que tener con los demás, y pensemos también cómo podemos servir mejor a estas personas. Porque esto es lo que Jesús ha querido de nosotros", concluyó Francisco, para después arrodillarse, limpiar y besar los pies de doce hombres y mujeres, y mirarles a los ojos, y sonreir. Y recordarnos que lo importante es amar.
Homilia del Santo Padre
Hemos sentido lo que Jesús hizo en la Última Cena. Es un gesto de despedida. Es la herencia que nos deja.
Él es Dios y se hizo siervo, servidor nuestro, y ésta es la herencia. También ustedes deben ser servidores, uno de los otros. Él hizo este camino por amor. También ustedes tienen que amarse y ser servidores en el amor. Ésta es la herencia que nos deja Jesús.Y hace este gesto de lavar los pies porque es un gesto simbólico: lo hacían los esclavos, los siervos, a los comensales, a la gente que venía al almuerzo o a la cena porque en aquel tiempo las calles eran todas de tierra, y cuando entraban a casa, era necesario lavarse los pies.Jesús hace un gesto, un trabajo, un servicio de esclavo, de siervo, y esto lo deja como herencia entre nosotros. Nosotros tenemos que ser servidores unos de los otros, y por eso la Iglesia, en el día de hoy cuando se conmemora la Última Cena, cuando Jesús ha instituido la Eucaristía, también hace en la ceremonia este gesto de lavar los pies, que nos recuerda que nosotros debemos ser siervos unos de otros.Ahora yo haré este gesto, pero todos nosotros, en nuestro corazón, pensemos en los otros, y pensemos en el amor que Jesús nos dice que tenemos que tener con los otros; y pensemos también cómo podemos servirles mejor, a las otras personas, porque así Jesús lo quiso de nosotros.
RD
Francisco: “Jesús nos ha dejado una herencia: Debemos ser servidores los unos de los otros”
Este año el Papa eligió a los enfermos para una de las Misas más importantes.Francisco celebró la Misa de la Cena del Señor en el centro Santa María de la Providencia, de la Fundación Don Carlo Gnocchi.
A su llegada, pasó unos 15 minutos saludando a los familiares, trabajadores y pacientes de este hospital que cuida de ancianos, personas con discapacidad y enfermos de distinta gravedad.
En su homilía el Papa explicó que el gesto de lavar los pies era propio de esclavos o siervos que lo hacían a los invitados de sus señores. Dijo que Jesús se convirtió en siervo y dejó este gesto como herencia.
FRANCISCO
"Hemos escuchado lo que Jesús ha hecho durante la Última Cena: es un gesto de despedida. Es como una herencia que nos deja. Él es Dios y se ha hecho siervo, servidor nuestro. Esta es la herencia: también vosotros debéis ser servidores los unos de los otros”.
El Papa pidió que cada uno en su corazón reflexione sobre este gesto de Cristo y sobre la actitud personal a la hora de servir a los demás.
FRANCISCO
"Ahora haré este gesto pero todos nosotros, en nuestro corazón, pensemos en los otros y pensemos en el amor que Jesús nos dice que hemos de tener por los demás. Y pensemos también cómo podemos servir mejor a otras personas. Porque así nos lo ha pedido Jesús”.
Después llegó el lavatorio de los pies. Como hizo Cristo con los discípulos, Francisco lavó los pies a doce pacientes del centro. Sus edades, entre los 16 años de Osvaldinho hasta los 86 de Angelica. Uno de ellos es musulmán, Hamed, de 75 años originario de Libia.
A pesar de las dificultades para levantarse, el Papa se arodilló y lavó, secó y besó cuidadosamente los pies a cada una de estas personas que son tratadas en la Fundación Don Carlo Gnocchi.
Esta organización tiene 39 centros en Italia y también está presente en Ruanda, Sierra Leona, Ecuador y Bosnia-Herzegovina donde se encargan especialmente de niños con discapacidad, malformaciones o niños soldado.
El año pasado el Papa escogió una cárcel de menores para celebrar el Jueves Santo. Allí lavó los pies a 12 jóvenes, entre ellos también una chica musulmana.
El cardenal Bergoglio acostumbraba a hacerlo así en Buenos Aires. Pasaba el Jueves Santo con enfermos y personas pobres o marginadas. Ahora en Roma repite este gesto. Elige, en el día del amor fraterno, a aquellos que están en las periferias.
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