ESTÁ BIEN, HIJO, TODO EL MUNDO LO HACE
Nico, de seis años, iba con su papá cuando fue detenido por conducir a gran velocidad. Su padre le entregó al oficial su licencia y un billete de veinte dolares.
"Está bien, hijo, todo el mundo lo hace" le dijo su padre.
Cuando tenía ocho años, presenció una reunión de familia, presidida por su tío George, acerca de la mejor forma de evadir impuestos.
"Esta bien, hijo, todo el mundo lo hace".
A los nueve años, su madre lo llevó al teatro. El hombre de la taquilla no encontraba puestos hasta que ella sacó cinco dólares.
"Está bien, hijo, todo el mundo lo hace".
Cuando tenía doce años, al regreso del colegio rompió sus anteojos. Su tía Francine convenció a la compañía de seguro que éstos habían sido robados y recibió setenta y cinco dólares.
"Está bien, hijo, todo el mundo lo hace".
Tenía quince años cuando lo seleccionaron para el equipo de fútbol. Su entrenador le enseñó como bloquear y simultáneamente agarrar la camisa del contrincante sin que el árbitro se diera cuenta.
"Está bien, hijo, todo el mundo lo hace.
A los 16 años trabajó durante el verano en un supermercado. Su labor consistía colocar las fresas demasiadas maduras en el fondo de las cajas y las buenas encima, dónde se vieran.
El gerente le dijo: "Está bien, hijo, todo el mundo lo hace".
Al cumplir 19 años, un amigo le ofreció las preguntas de un examen por cincuenta dólares. "Está bien, todo el mundo lo hace", le dijo.
Fue descubierto y lo enviaron a su casa en desgracia: "¿Cómo pudiste hacernos esto a tu madre y a mi? -preguntó el padre-, nunca habías visto esto en nuestra casa".
Su tío y tía estaban igualmente sorprendidos.
Si hay algo que los adultos no toleran es a un muchacho tramposo.
Jack griffin
Desafío
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