Ahí está la vida, con todas sus aventuras. Con sus días buenos y malos. Con las grandes batallas de las que salimos a veces vencedores, y a veces escaldados. Ahí están los parajes cotidianos, en los que celebramos, soñamos, amamos, lloramos y reímos. Nos levantamos con el pie derecho o con todas las heridas en carne viva. No todo es siempre fantástico, entretenido o facilón. Ni puede ni debe ser así. Porque en la vida, en cuanto la tomamos un poco en serio, surgen las complicaciones. Y toca enfrentar dificultades. En las relaciones, en el trabajo, en los estudios. ¡Enséñanos, Señor, a reaccionar!
Reacciones ante la dificultad - Las malas caras
«El hijo mayor se enojó y no quería entrar...» (Lc 15, 28)
Hay quien todo lo convierte en drama, en agonía, en lamento y en arma arrojadiza. Ante un enfado, una decepción o un fracaso, se buscan culpables, se carga uno de agresividad y manías. Aparece, a lo lejos, el odio como una posibilidad. Habla de todo eso nuestro semblante sombrío. Y uno se vuelve amargo, ácido, cínico o provocador. O se refugia en la negación y convierte el ‘No pasa nada’ en un grito de guerra. Todo es posible. A mayor o menor escala.
Líbranos, Señor, de las malas caras, de no aceptar las contrariedades. Líbranos del odio y del rechazo a los otros. Líbranos del escepticismo y la amargura, cuando la dificultad golpee.
Líbranos, Señor, de las malas caras, de no aceptar las contrariedades. Líbranos del odio y del rechazo a los otros. Líbranos del escepticismo y la amargura, cuando la dificultad golpee.
¿Cuáles son tus ‘malas caras’?
Despecho
¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.
Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo)
es por la fatiga de la loca risa
que en todo mi cuerpo su sopor desliza.
¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma;
pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿cuándo más alegre que ahora me viste?
¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto…
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.
Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo)
es por la fatiga de la loca risa
que en todo mi cuerpo su sopor desliza.
¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma;
pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿cuándo más alegre que ahora me viste?
¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto…
Juana de Ibarbourou
Reacciones ante la dificultad - El coraje de luchar
«Me levantaré e iré a mi Padre, y le diré…» (Lc 15, 18)
A la dificultad se le puede plantar cara. Y a veces será sin garantías de victoria, porque no todo se puede a base de buena voluntad. Tal vez perderemos las fuerzas, las ganas o la paciencia. Pero conviene pelear, si creemos que es necesario o justo. Son dificultades personales, para encontrar el propio lugar en el mundo; o colectivas, para solucionar problemas; de fe, para encontrar respuestas; relacionales, para vincularnos de verdad al otro… Lo difícil no es detectar las batallas pendientes, sino decidirse a lucharlas, y hacerlo con coraje.
Danos, Señor, valentía y arrojo, decisión y empeño para luchar cuando sea necesario. Para no dejarnos llevar por la rendición, la apatía o la flojera.
Danos, Señor, valentía y arrojo, decisión y empeño para luchar cuando sea necesario. Para no dejarnos llevar por la rendición, la apatía o la flojera.
¿En qué batallas cotidianas te toca bandearte en esta etapa de la vida? |
Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad
Ningún cepo puede torturar
mi alma en libertad,
pues detrás de este esqueleto mortal
se teje uno de más valor.
No puedes horadar con un serrucho
ni traspasar con una cimitarra
dos cuerpos, por lo tanto perdura,
amarra uno y el otro vuela libre.
El águila no se despoja
de su nido y, sin embargo,
gana el cielo
más fácilmente que tú.
Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
tu enemigo,
cautividad es conciencia
y también es libertad.
mi alma en libertad,
pues detrás de este esqueleto mortal
se teje uno de más valor.
No puedes horadar con un serrucho
ni traspasar con una cimitarra
dos cuerpos, por lo tanto perdura,
amarra uno y el otro vuela libre.
El águila no se despoja
de su nido y, sin embargo,
gana el cielo
más fácilmente que tú.
Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
tu enemigo,
cautividad es conciencia
y también es libertad.
Emily Dickinson
pastoralsj
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