Saturday, September 06, 2008

¿QUIÉN VIGILA LA ORTOPRAXIS?

GABRIEL Mª OTALORA


ECLESALIA, 05/09/08.-


De las virtudes teologales, San Pablo dice expresamente que la caridad, el amor, es la principal de las tres. Viene esto a cuento porque buena parte de la jerarquía mantiene la peor estela de la Iglesia, la que no ha hecho de la caridad el pivote esencial de muchas de sus decisiones.


Se ha utilizado demasiadas veces a la fe como vara de medir en condenas tremendas, para luego pedir perdón; tarde y demasiadas veces. La misma palabra "infiel" viene del término latino del que deriva nuestro vocablo "fe" mostrando lo erróneo de entender este don gratuito que nos capacita para reconocer la experiencia del amor de Dios Padre, pero no a todos de la misma manera ni al mismo tiempo.


¿Existía en el siglo XIII alguna razón de justificara la creación de un tribunal que consideraba la herejía como delito punible? Ni siquiera entonces los teólogos cristianos de la talla de San Ambrosio o San Martín de Tours sostuvieron que la religión y la violencia son compatibles. Eran partidarios de la doctrina evangélica que exhorta a corregir y amonestar, con amor, ejemplo y persuasión a quien dilapida el bien común de la fe. Pero en defensa de la "verdadera" fe, no les escucharon: otros excomulgaron y quemaron a personas, libros y haciendas.


Para el actual Papa, la Congregación para la Doctrina de la Fe, "tiene la misión de promover y defender la doctrina sobre la fe y las costumbres en toda la Iglesia católica". Benedicto XVI ha recordado que esta Congregación está llamada a favorecer y recordar la centralidad de la fe católica en su expresión auténtica. Pues bien, ¿qué tal si creamos otro dicasterio paralelo al que podríamos llamar Congregación para la Práctica de la Caridad, con el objetivo de iluminar a tantos profesionales de la condena, de la falta de ejemplo y misericordia?


La caridad ha merecido una estupenda Encíclica del Papa (Dios es amor), aunque la ortodoxia sigue ocupando más desvelos que la ortopraxis. Quizá por ello, todavía hoy mantenemos un modelo eclesiástico jerárquico y político de corte imperial, burocratizado y bastante asfixiante.
El católico Morris West lo decía muy claro en boca de un cardenal en su novela Lázaro: "La Curia y la jerarquía por igual, somos los productos casi perfectos de nuestro sistema romano. Jamás lo combatimos. Recorrimos con él cada paso del camino. Y en algún lugar del camino, creo que cerca del principio, perdimos el sencillo arte de amar. El pueblo se aleja; no en busca de dioses extraños, como nos complace creer; no para entregarse a orgías y desenfrenos que no pueden permitirse; sino en busca de cosas sencillas que nosotros, los custodios, los censores y los gobernantes, les hemos arrebatado. Ansían cuidados, compasión y amor, y una mano que los guíe fuera del laberinto".


¿No es hora ya de centrarlo todo en el amor y desprendernos de poder y de tantas seguridades mundanas que en nada recuerdan la manera de actuar de Cristo, su presencia desde el amor inmenso por cada uno de nosotros, de ellos, de todos sin excepción?


Las palabras pueden convencer, pero solo el ejemplo arrastra.


Eclesalia

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