Wednesday, June 17, 2009

Aquella tarde


El día, la hora, el minuto, el segundo del encuentro. Se quedaron grabados en la memoria de Juan. Como el paisaje. Y la pregunta que sale sola, a borbotones, de la necesidad del corazón: “Maestro, ¿dónde habitas?” “Y se quedaron con El aquella tarde”. Con El. La tarde. Aquella tarde.

Luego, pasados los años, andados los caminos, lloradas las cruces, ellos cerrarían los ojos y contemplarían, rumiándolo, el momento de paz, de fuerza, de alegría; como los enamorados no olvidan la fascinación del primer instante.
Fue entonces cuando comprendieron, de golpe, que no se trataba de una doctrina que aprender, ni de un código que estudiar, ni de un tinglado que montar.
Bastaba con descubrir, contemplar dónde habitaba y “estar”, estar con El.
Pedro Mihuel Lamet
El alegre cansancio

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