Thursday, June 18, 2009

Elogio a los fusibles


Por Marc Vilarassau, SJ

Los fusibles son unos dispositivos que tienen la función de provocar un cortocircuito en el sistema eléctrico cuando éste sufre un exceso de tensión, a fin de evitar que se quemen los objetos que están conectados a él.


Funcionan como una alarma que nos advierte de un fallo profundo que puede afectar seriamente a todo el conjunto si no se le presta atención. El fusible provoca un accidente “ficticio”, para que pongamos atención a la amenaza real. De este modo, se quema el fusible y se salva el sistema.


Nuestro cuerpo, por no ir más lejos, está lleno de “fusibles” que saltan cuando perciben una amenaza. Cuando amenaza el estrés, por ejemplo, a unos les salta el “fusible” del estómago, provocando acidez extrema; a otros les salta el “fusible” de la espalda, provocando una contractura; a otros les salta el “fusible” del cabello, provocando su caída repentina…


Lo típico entonces es tomar un antiácido, gastarse una fortuna en el fisioterapeuta o en un producto anti-caída, pero sin atender a la causa real que provocó el estrés. De nada sirve cambiar el fusible, si no arreglamos el problema que ha causado la sobrecarga en el sistema, ya que éste se irá reproduciendo periódicamente hasta que el sistema colapse irremediablemente.


También saltan los fusibles en el ámbito de las relaciones humanas. Una persona que, sin prácticamente conocerla, me provoca un rechazo instintivo, quizá me está hablando de un aspecto de mí mismo que no tengo bien integrado y que veo reflejado en aquella persona como en un espejo. O también cuando no hago más que reprocharles a los demás sus fallos en la amistad, puede tratarse de un fusible que me previene de un sentido de la amistad demasiado centrado en mí mismo. Por supuesto, puedo ignorar los fusibles y seguir atribuyendo el problema a los demás; pero entonces me pierdo una ocasión única de mejorar como amigo y como persona.


Podemos aplicar este mecanismo también a la vida del espíritu. Pongamos un ejemplo: la sequedad en la vida espiritual no siempre es negativa y puede actuar como un “fusible de la gracia”. A través de ella, Dios me puede estar advirtiendo del riesgo de apropiación de la experiencia espiritual. Después de un tiempo de consolación, en el que imperceptiblemente comienzo a sentirme con derecho a ella, no es extraño que suceda un tiempo de sequedad, en el que Dios me invita a despojarme incluso de la consolación. Dios nos quiere con poco equipaje a su lado y, de tanto en tanto, toca aligerar la carga.


¿Podría funcionar un sistema sin fusibles? Estrictamente, sí podría funcionar, pero el riesgo de dejar el sistema sin protección es demasiado grande. Afortunadamente, aunque normalmente no los percibamos, ahí están los fusibles, dispuestos a cumplir su cometido cuando los excesos de tensión pongan en peligro nuestro sistema.


¡Larga vida a los fusibles!



pastoralsj

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