Doce voluntarios, doce humildes misioneros de la Cruz, llegaron el sábado 30 de mayo al Áquila como portadores de paz y consolación en esta tierra de los Abruzos desfigurada por el terremoto que, el 6 de abril pasado, provocó casi 300 víctimas. Antes de la partida, estos voluntarios provenientes del Centro Internacional juvenil San Lorenzo recibieron la orden misionera de manos del maestro de Celebraciones litúrgicas pontificias, monseñor Guido Marini. El 22 de abril pasado Benedicto XVI pidió a los jóvenes de este Centro, que se encuentra a pocos pasos de la plaza San Pedro, llevar la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud “a cada rincón de la tierra, para que las próximas generaciones descubran la misericordia de Dios y reaviven en sus corazones la esperanza en Cristo crucificado y resucitado”. Los jóvenes fueron recibidos por el arzobispo del Áquila monseñor Giuseppe Molinari, y escogieron como primera etapa la Casa del Estudiante que en el terremoto sepultó a ocho jóvenes. Aquí, la Cruz del Jubileo de la redención del 1984 encomendada a los jóvenes por Juan Pablo II pasó por las manos de los jóvenes de la comunidad local junto a una lámpara que la ha acompañado a todos lados como símbolo de la luz de Cristo resucitado que brilla en las tinieblas del mal y de la muerte. Después, la cruz fue llevada a la capilla erigida en el corazón de la Carpa n.1 por los hermanos capuchinos en donde transcurrió la velada, que inició con la vigilia de Pentecostés. Este domingo, después de la oración del Regina Coeli, el Pontífice dirigió un pensamiento a los jóvenes de los Abruzos y los invitó a pedir “a Cristo muerto y resucitado difundir su Espíritu de consolación y de esperanza”.
“El Papa nos ha dicho que llevemos esta cruz a todo el mundo y hoy estamos muy conmovidos por eso que hemos visto: la fuerza de esta cruz en las ruinas. Es realmente un signo de esperanza. Cristo ha cargado con nuestros sufrimientos y en ellos nos ha dado la vida. Es nuestra esperanza”.
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