Thursday, June 11, 2009

¿Otra condena inquisitorial desmesurada?

Publica El Mundo en su número de ayer, miércoles 10 de Junio, la inminente condena del teólogo Andrés Torres Queiruga, uno de los más preclaros y prestigiosos teólogos del panorama teológico español. Todavía no tenemos todos los datos, pero parece que se trata, una vez más, y ya son muchas, de un “desacuerdo con los planteamientos del teólogo” por parte de la Comisión para la Doctrina de la Fe, presidida por el arzobispo de Granada, Don Javier Martínez, nada brillante teólogo ni biblista, más bien lo contrario, a pesar de sus títulos.


No me gusta nada el título de la comision episcopal, porque sugiere, si no explícita, sí implícitamente, la confusión entre Fe y Teología, que en mi opinión está a la raíz de tantas condenas de teólogos. Una cosa es el dogma, que no es otra cosa que la verbalización, ponerle palabras a los misterios, que se reciben y se viven en el obsequio de la Fe, y otra cosa es el modo de explicarlos, los planteamientos teológicos de las diferentes escuelas o teólogos. Por poner un ejemplo: no es lo mismo creer y vivir la presencia real de Jesús en la Eucarisstía, que la explicación filosófica de la misma por medio del concepto filosófico de substancia. No puedo negar aquella sin abandonar la Fe, pero puedo perfectamente cuestionar el concepto filosófico-teológico transubstanciación. No hay ninguna obligación, y mucho menos ninguna necesidad salvadora o soteriológica en los diversos conceptos y filosofías, sino en la adhesión firme y viva a la presencia de Jesús. Pues esto tan elemental es, demasiadas e inimaginables veces, olvidado o desconocido por las instancias eclesiásticas de censura y condena de los diversos planteamientos teológicos. He usado la palabra “inimaginable” porque así resulta hoy para cualquier iniciado sincero y honesto en Teología la actitud censora y condenatoria de los jerarcas de la Iglesia. Inimaginable y escandaloso para quien sea mínimamente evangélico.


Pero hay más. Según la información que he citado, firmada por José Manuel Vidal, Queiruga no sabe nada del informe ni de la posible y, tal vez inminente, condena. Ni diálogo, ni consulta, ni cita, ni encuentro fraterno. Está claro que esos comportamientos son desconocidos y excessivos para nuestros pastores. A mí me escandaliza que estén más preocupados con palabras, conceptos y categorías teológicas, que dan la frecuente impresión de no entender, que de las ovejas del rebaño. Dicen que se interesan por las “otras” ovejas, por las que pueden ser “escandalizadas” por las doctrinas y escritos de los teológos. No sabíamos que nuestros cristianos de a pie se dedicaran a tan altos ejercicios racionales. El trabajo de teológos tan especializados y profundos como el que nos ocupa interesa, y es debatido y hace avanzar la comprensión de los misterios de la Fe en las universidades y escuelas de Teología. No en todas, por desgracia. Pensar en el posible escándalo de los fieles no es más que una zafia disculpa. Si de verdad esta posibilidad les preocupara un poco, medirían muy bien sus pronunciamientos y actuaciones. Por ejemplo, algunas de las que ha protagonizdo el presidente de la comisión, Javier Martínez.


Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
El Guardián del Areópago

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