A menudo los cristianos hemos interpretado que la humildad es no ser protagonista y nos hemos concentrado en pasar desapercibidos, a veces tanto que hemos ido contra la verdadera humildad espiritualizando el miedo a asumir responsabilidades y a dar la cara (o la mejilla) por Cristo. Cuando un cristiano asume el protagonismo, que es pasar a primer plano, no olvida que quien está por delante es siempre Cristo, y él es su pobre servidor.
A mí me gusta mucho la definición que da Santa Teresa de Jesús: la humildad es andar en verdad. Pero veamos la cita completa, que pertenece a su libro ‘Las Moradas‘:
7. Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante a mi parecer sin considerarlo, sino de presto esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad [8], que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira.A quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad, porque anda en ella. Plega a Dios, hermanas, nos haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén.
La humildad está en íntima relación con la Verdad, ¿cuál es la verdad de mí mismo? Esta verdad de quién soy, de lo que estoy llamado a ser la descubro como regalo en la relación con el Señor.
Cuando reconozco su grandeza y mi pequeñez, comprendo la locura de amor que supone la cruz, Dios que sufre y muere mí. Cuando experimento este amor desbordante me sitúo en la verdad de lo que soy: criatura que viene del barro, tocado por el Creador y transformado en su hijo, llamado a reproducir la imagen de Cristo que habita en mí por el Espíritu, débil, pobre y pecador pero capaz de acoger la gracia, el perdón, la vida misma de la Trinidad porque Dios lo ha querido así.
Todo lo he recibido de Él. Cuando descubro la verdad de mi existencia respondo a ella comprometiéndola completamente a favor de quien me ama y me ha fundado ya sea en pobreza o en riqueza, en salud o enfermedad, en las alegrías y en las penas. Dejo a un lado mi propio concepto de cómo deben ser las cosas para abrirme a la lógica de Dios. Donde Tú quieras, como Tú quieras. Humilde seré si respondo con generosidad a tu llamada Señor, una llamada que no es algo ajeno a mi ser, si no que al responderla me lleva a SER plenamente, a andar en verdad.
Cristo el más humilde de los hombres, que no se aferró a su condición divina y se hizo hombre pasando por uno de tantos acaparó y acapara la atención de creyentes y no creyentes de toda la historia. Los apóstoles, María y muchos santos también han sido llamados a ser lámpara que se pone sobre el candelero para que alumbre a tantos. Muchos de ellos tuvieron que combatir con la tentación que trae el ser protagonista, la de creerse que uno es algo por sí mismo, la de olvidar como todo me ha sido regalado, y proviene del Padre. Su protagonismo fue asumido por ellos como servicio a la Palabra, Dios quiso que mirándoles a ellos viéramos algo de Él, quiso que acudiendo a ellos nos encontráramos más cerca de Él. Otros muchos santos fueron llamados a la vida escondida, sus nombres no serán nunca conocidos y por esto su servicio a la Palabra no es menor que el de otros santos, es distinto.
Para ellos su punto de partida no fue ‘no ser protagonistas’ si no andar en verdad de sí mismos.
Y tú, ¿te has preguntado ‘quién soy’? ¿te has atrevido a preguntarte por la verdad de tu ser? Te invito a peregrinar a la cruz y contemplar con el centurión la muerte de Jesús y poder reconocer con él que
Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios (Marcos 15,39)
Escrito por Daniel Pajuelo Vázquez
Nova Bella
No comments:
Post a Comment