Wednesday, March 23, 2011

Convertirse.



Hoy en día es una palabra poco usada, casi olvidada, aparcada en un baúl de conceptos viejos... Pero sigue siendo una realidad omnipresente. Los niños crecen y se convierten en adultos responsables... o en eternos adolescentes. Los soñadores se convierten en realistas. Los programas de televisión en esperpentos. Algunos desconocidos en famosos y después en ídolos (con pies de barro, me temo). Las promesas de hoy se convierten en recuerdos del mañana. Los proyectos en obras conseguidas, o en fracasos. Los amores soñados en historias compartidas.


La verdad es que la vida fluye, cambia, serpentea por senderos impredecibles, recorre caminos siempre nuevos. Este mundo va acelerado, en constante conversión; también lo que hoy tenemos está en movimiento, es vital y al tiempo es efímero. En ese contexto escuchamos una palabra antigua, pero fresca, que también a nosotros nos habla de cambio, de conversión, de transformación:


"Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos, porque ha llegado el Reino de los cielos". Este es de quien habló el profeta Isaías cuando dice: Voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor. Enderezad sus sendas" (Mt 3,3)


"Hoy te has comprometido a aceptar lo que el Señor te propone: que Él será tu Dios, que tú irás por sus caminos, guardarás sus mandatos, y escucharás su voz. Hoy se compromete el Señor a aceptar lo que tú le propones; Que serás su pueblo y él te elevará" (Dt)


pastoralsj

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