Con esta carta me dirijo a todos los que en estos días difíciles habéis vuelto vuestras miradas hacia Roma buscando seguridad y fortaleza. A muchos os gustaría saber con certeza lo que pasó en el último cónclave. La elección del nuevo Papa se transformó en un laberinto de confusiones. Siento muchísimo haberos defraudado por las decisiones que me vi obligado a tomar.
Esperabais un nuevo Papa que trajera al mundo algo más que promesas y palabras. Queríais verme salir a saludaros para recibir vuestros aplausos pero lo que realmente esperabais de mi era alguna certeza, saber que en medio de las tormenta está ya el principio de la calma. Queríais oír una vez más la pregunta del Galileo: “¿por qué tenéis miedo?”.
Las circunstancias del momento las conocéis mejor que yo. Salió el humo blanco: el Papa había sido elegido, ”habemus Papam”. Eran las 17,30 después de una largo día de espera. Sonaron las campanas de todas las Iglesias y capillas de Roma. Calculan que en la plaza de San Pedro habría alrededor de 300,000 personas: muchos esperaban con ilusión a ver si por fín llegaban las reformas tan esperadas. Pero nada, el nuevo Papa no aparecía por ninguna parte. Comenzaron las suposiciones: “se habrá indispuesto ¡son todos tan mayores!”. Por momentos aumentaban las protestas. Las voces se unían en corros: “¡que salga el Papa!” ¿Era justo que no apareciera nadie a explicar lo que estaba sucediendo? Algunos decían que había sido una informalidad por mi parte. ¿Debería haber salido yo mismo a disculparme y ofrecer alguna explicación?
Las noticias de la Televisión se apoderaron del mundo entero con la rapidez de la informática y las innovaciones cuánticas de última hora. Por algo nos encontramos en el año 2025. Pero las noticias dejaban defraudados a millones de espectadores que seguían los acontecimientos paso a paso: Iglesias abarrotadas de fieles, pantallas en las plazas para seguir de cerca los acontecimientos. Las oficinas de gran parte de jefes de estado de todo el mundo se mantenían alerta para enviar al nuevo jefe de estado su felicitación. Los teléfonos de todas las nunciaturas no paraban de sonar.
No es el momento de asignar culpabilidades por aquel desengaño. También es posible que las decisiones que tomé en aquel momento no fueran las más correctas pero hace tiempo que aprendí a dejar el pasado donde está y no dedicarme a ser juez injusto de la realidad ni de nadie y ni siquiera de mí mismo. Creo que en aquel momento me olvidé de mí para ser fiel a todos vosotros. No quería que saliera al balcón un Papa más, cubierto y encorsetado por estructuras que no iba a servir de nada a nadie.
Pensaba yo: “¿no será posible volver a oír una vez más la voz del Galieo? ¿Será posible volver a oír la misma voz de Jesús ahí desde ese balcón, será la voz de Jesús en su barca? ¿será la voz del pastor que da su vida por sus ovejas?”. “¿Será la voz que hablaba de las manos amorosas del Padre que lo sostienen todo y no deja que ni siquiera un pajarillo caiga al suelo?
Si el Galileo saliera hoy a ese balcón vería especialmente a las víctimas de una economía despiadada que mira solamente el beneficio de unos pocos y olvida a los de siempre, a los olvidados de todas las épocas, los más débiles. Después de la larga serie de sucesivas crisis económicas el hambre y las enfermedades continúan asolando a la mayor parte de la humanidad. Pasó el año 2015 y la FAO no sabe como la campaña del 0,7 se le fue de las manos. ¿A dónde han ido a parar los objetivos del milenio con los 16 millones de vidas que se querían salvar? Aquí sigue faltando algo esencial. La verdad es que no encontramos la manera de sustituir esta sociedad capitalista y desinteresada que lo envuelve todo. La verdad es que en la profundidad el mensaje de Jesús debe estar la clave: vende lo que tienes y dáselo a los pobres.
Estos primeros 25 años del siglo XXI han sido de continuos retrocesos por mucho que se haya avanzado en las ciencias y las medicinas. Nos felicitamos por la recién llegada del hombre al planeta Marte. Nos alegramos con los felices hallazgos de la física cuántica. Los neutrinos de masa cero siguen siendo tema continuo de investigaciones cada vez más asombrosas. Las comunicaciones se han vuelto mucho más ágiles pero no os pueden decir lo que está pasando: no han aprendido a buscar y llegar a la verdad.
Frente a este panorama de fuertes contrastes comprenderéis mejor lo que pasó en el cónclave a la muerte de mi antecesor Inocencio XIV. Por una parte no querían que el nuevo Papa se dejara atrapar por el acentuado radicalismo evangélico del Papa Teólogo JL Ratzinger y los siguientes, Gregorio XVII y el recién fallecido Inocencio XIV. El evangelio ya no era el mensaje de Jesús sino un arma arrojadiza para hacer la guerra tal como lo presento Benedicto XVI en la JMJ de Madrid allá por el 2011 si mal no recuerdo. Sin el Jesús que presenta la iglesia y al que solo se llega a través de la Iglesia no hay salvación. El mismo tema volvió a retumbar nuevamente en Brasil en el 2013.
Gran parte de Los 185 Cardenales del Conclave se habían puesto de acuerdo en que el nuevo Papa fuera alguien de un país emergente, lejos de las decadentes economías occidentales. Ya no se hablaba tanto de un papa del tercer mundo sino de un Papa de los países del futuro con posibilidades de movilizar para la Iglesia las promesas de África, América del Sur, India, China, Rusia. En esos países está hoy la esperanza de la Iglesia. Las pérdidas de los últimos cincuenta años han sido numerosas. Más de 150,000 sacerdotes habían abandonado el ministerio y los 300 000 en activo eran muy mayores y no podían llegar a todo.
Mientras tanto los medios de comunicación os iban ofrecido ya sus múltiples versiones: “El nuevo Papa, desaparecido”, “El Papa da marcha atrás”, “Desconcierto en el Vaticano”, La Iglesia católica en la mayor crisis de todos los tiempos”. “El primer Papa africano se enfrenta al pasado”.
No creo que fuera tan dramático como lo quieren hacer ver los medios. Los dramatismos no son la vida misma son algo añadido por nuestra forma de verlo. Pretendemos dar un valor absoluto a tradiciones anticuadas por muy sagradas que se hagan parecer.
Humo blanco y tañido de campanas. Espectacular pero nada más. Sí, se habían reunido en la plaza unas 300,000 personas, muchos de ellos venidos de países lejanos. El protodiácono del colegio cardenalicio se me acercó y me preguntó cómo me iba a llamar. “Me llamaré Sivukile”, respondí. Me miró bastante sorprendido y simulando una amable sonrisa me dijo que antes de sentar el acta de mi nombre pensara si no podría buscar otro nombre más en línea con de mis predecesores: nombre de un santo o de un Papa anterior: “es lo que espera el pueblo de Dios”.
La respuesta me salió rápida,“ Su Eminencia querrá decir un nombre del pueblo de Dios de Europa. Mi nombre es muy popular y querido por el pueblo de Dios en África del Sur donde nací. En mi tierra es también un saludo que significa ‘hemos despertado’, o sea que vivimos, que podemos vernos y eso es señal de alegría”.
Firmó el acta y añadió: “Bien, Santidad saldremos a anunciarlo y saludar a la gente”.
“Bueno”, le advertí, “sólo saldré a ese balcón con algunas condiciones muy importantes”:
- 1. Necesito la certeza de que el Estado del Vaticano será devuelto con inmediato efecto al pueblo italiano como lo era antes de del tratado de Letrán. El Papa no necesita ser jefe de ningún Estado ni necesita un Estado vinculado a la Iglesia.
- 2. Que se cierren inmediatamente todas las nunciaturas y que se devuelva a los pobres del mundo el beneficio derivado por esta medida. De ellos sale todo ese dinero.
- 3. Que se disuelva inmediatamente la guardia Suiza Pontificia.
- 4. Que se disuelva el colegio cardenalicio.
- 5. Que en adelante el Papa sea elegido por todo el pueblo de Dios.
- 6. Que se dé a conocer, a todo el que desee, el estado de cuentas de la Iglesia.
- 7. Que e l Papa sea destituido de su pretendida infalibilidad.
Cuando todo lo creían tener atado y bien atado, todo se les iba de las manos. Esperaban que el primer Papa africano fuera un Papa sumiso como siempre lo había sido toda África desde tiempos coloniales. África se había señalado siempre como seguidora fiel de Europa.
“Santidad”, me dijo,” ¿ha pensado seriamente lo que está exigiendo?”
“Eminencia”, contesté, “no saldré a saludar a la gente a ese balcón sin tener antes la seguridad de que voy a ser el Papa que necesita el mundo de hoy y no una mera sombra del pasado”
“ Vea, Santidad”, replicó, “ esto es un chantaje. La gente os espera y lo que vos proponéis no tiene sentido y debe ser discutido antes de ofrecerlo al pueblo de Dios ”.
“Muy bien, salid entonces al balcón y anunciad a la gente que el Papa no puede salir… lo que queráis. Reunid el cónclave y comunicadles lo sucedido .Yo parto ahora mismo para Africa del Sur en donde me encontraréis si aceptáis las cláusulas que he propuesto”.
ATRIO
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