Estaba haciendo la maleta, porque dentro de unas horas vuelo a México para dar unas conferencias, cuando la radio me sorprende con la magnífica noticia de que ETA deja definitivamente las armas. Era una noticia tan increíble como cantada. Increíble, porque ETA nos ha saturado de sangre y vileza hasta la exasperación. ¿Una mentira más? No parece, por lo cantada y el debilitamiento de la organización terrorista. Hasta el presidente del Gobierno tenía tan bien preparado el discurso que se ve que lo sabía con tiempo. No podía ser de otra manera cuando la “Conferencia de Paz” de San Sebastían era el primer acto de una liturgia anunciada.
No es una declaración de disolución ni de entrega de armas, es un comunicado en el que, con su lenguaje habitual, reclama a los gobiernos de Francia y España que se presten a la negociación para solucionar lo que ella llama “confrontación armada”. El anuncio tres días después de la Conferencia de Paz de San Sebastián, un año y medio después de su último asesinato, el del gendarme galo Jean Serge, y tras 51 años de una actividad que se ha cobrado la vida de cerca de 900 personas.
Tres activistas con el rostro cubierto y txapelas delante de un cartel con el anagrama de ETA. El del centro lee un comunicado en castellano que anuncia “el cese definitivo de su actividad armada”. La banda, que se autodenomina “organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional”, afirma que la declaración que salió de la Conferencia de Paz de este lunes “reúne los ingredientes para una solución integral del conflicto”.
Así se refiere en todo momento a su actividad terrorista. Habla de “conflicto” o “conflicto armado”. No habla de disolución ni menciona la entrega de armas que le exige la mayoría de los sectores de la sociedad española. Aunque se supone que ese será un tercer o curto acto de la escenificación prevista.
¿Y ahor qué? A los familiares no les van a devolver las víctimas. Los asesinos lo siguen siendo. Pero al mismo tiempo los dos bandos enfrentados en el País Vasco tendrán que reconciliarse y la gente a aprender a vivir sin sobresaltos, sin mirar su coche por debajo en busca de bombas, y caminar sin guardaespaldas, los que tenían la posibilidad de llevarlos.
Soy de una generación marcada por el terrorismo de ETA, con Franco y sin Franco, sin democracia y con ella. Ahora los vascos tendrán que discutir sus problemas sin pistolas sobre la mesa, con el arma única de la palabra, la que nos hace enorgullecernos de ser seres humanos.
Antes de acostarme, doy gracias a Dios y oro por los que esta noche, aunque dormirán de otra manera, seguirán sintiendo huecos en sus almohadas. Por mi parte, esta noche histórica, no puedo ir a la cama sin acordarme de ellos y de todos cuantos hemos vivido durante más de medio siglo, sin comerlo ni beberlo, con esa insania oscura sobre nuestras cabezas.
También pido conversión y perdón por los que han matado a tantos inocentes, pues hijos son de un mismo Padre, y en el fondo más débiles pese a sus bombas, por lo que necesitan recuperar su verdadero ser, que, como el de todos, sólo se explica desde el amor.
Pedro Miguel Lamet
El alegre cansancio
No comments:
Post a Comment