Un viaje de 3.000 kilómetros, por el río Amazonas, desde Brasil hasta Perú con salida de Belém y llegada a Iquitos
"Missioni Consolata", la revista misionera más difundida en Italia, en su número de noviembre presenta un reportaje del periodista Paolo Moiola que narra las miserias y los esplendores de una tierra a menudo olvidada y sin embargo muy explotada. Se puede llegar solamente por el río o en avión, Iquitos es la ciudad más grande la Amazonia peruana. Como Manaos, también Iquitos conoció la época de oro del caucho. Hoy vive de tráfico (a menudo ilícito) y de la explotación (insensata) de los grandes recursos de la selva amazónica.
En la narración de Moiola las intervenciones de los testigos de esta realidad son el punto de apoyo de una denuncia y también muchas esperanzas de emancipación y del vuelco total de situaciones de violencia y explotación. Una de las emergencias mayores es la trata de seres humanos y la prostitución infantil y adulta. Después de haber trabajado en las áreas del río Marañón, el padre agustino Miguel Fuertes, vicario pastoral de Iquitos, que lleva a cabo su obra en la selva de Loreto desde 1983, denuncia el poco trabajo y la mucha violencia contra la población.
"Es imposible explicar esta ciudad sin verla. Iquitos es como una isla, está separada del resto del mundo. Se puede llegar a ella solamente en avión. También por el río, pero se tarda mucho tiempo. No hay comunicaciones por carretera. Por esto Iquitos es una ciudad muy cara en comparación con el resto de Perú. Por eso no hay industrias y es muy difícil llevar productos fuera de la zona. Todo esto acarrea una consecuencia importante: no hay trabajo para todos. Por lo tanto, existe mucho mercado informal: se vende y revende el mismo producto 3-4 veces antes de que llegue al consumidor final".
El autor del estudio describe también la devastación de los territorios indígenas y el trabajo de mediación y defensa de los misioneros; de Miguel Ángel Cadenas y Manolo Berjón, agustinos españoles que trabajan en el río Marañón. Su parroquia se llama Santa Rita de Castilla y comprende 100 comunidades por una totalidad de casi 20.000 personas, la mayor parte de ellos de etnia kukama.
En Iquitos trabaja "Paul Mac Auley, El Hermano", de la Red Ambiental Lauretana que ha corrido el riesgo de ser expulsado a causa de sus batallas a favor de Amazonia y de sus habitantes autóctonos, las poblaciones indígenas, y también el padre Mario Bertolini, un sacerdote de Roccafluvione, un pueblo de la región italiana de las Marcas, que vive en Perú desde hace 30 años y que narra el complot escondido detrás de las falsas acusaciones dirigidas a él y a otras 7 personas por el gobierno peruano.
El religioso, que defiende la causa de los indios de Amazonia de Yurimaguas, acabó bajo proceso por haber instigado a la población local a la sublevación. Las tribus indígenas de Amazonia luchan desde hace años para defender el respeto del ambiente y su cultura, contra el poder central que quiere disfrutar la selva fluvial para buscar petroleo y metano. Según "Salva le Foreste" (Salva la selva, N. del. T.), el observatorio que vigila las selvas primarias del planeta y sus pueblos indígenas, a los pequeños propietarios locales que trabajan pequeñas parcelas de tierra sin alterar el medio ambiente, nunca les ha sido reconocida la propiedad de dichas parcelas, cedidas en cambio a un gigante del sector agroalimentario para el cultivo de la palma de aceite. Es una obligación de la Iglesia, dice Padre Bertolini "ayudar a nuestra gente a tomar conciencia de su dignidad, ayudarla a organizarse, para que sea el sujeto de su propio desarrollo y no objeto de un desarrollo impuesto por los otros, que responden a los intereses de grupos de poder".
Sobre todo el oro negro, que es el tesoro más apetecible del área, que se encuentra en el centro del contraste entre la extrema pobreza y la grandísima riqueza de multinacionales y depredadores internacionales, sin contar los daños al ambiente que las empresas petrolíferas causan, sin que haya denuncias por parte de las autoridades políticas. "La Amazonia peruana –escribe Moiola- es un puzzle de lotes petrolíferos asignados a decenas de compañías extranjeras, en un sector que mueve montañas de dinero. La corrupción está al orden del día y los beneficios concretos llegan a los políticos nacionales y locales pero seguramente no a la población que se tiene que conformar con las migajas y un ambiente cada vez más contaminado".
Ahora, con el nuevo presidente de Perú, Ollanta Humalla, algo está cambiando, aunque no es fácil desmantelar la red de privilegios obtenidos por las multinacionales mineras con los anteriores gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García.
Vatican Insider
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