Era el año 1874, en plena revolución industrial. Desde entonces, ella y el jesuita Francisco Butinyà se dedicaron a ayudar a mujeres con escasos recursos a encontrar un trabajo digno y a descubrir la fe en la vida cotidiana.
La nueva orden permitía a las monjas que vistieran como las artesanas del país. Además, no les pedían dote para entrar en el convento y debían trabajar codo con codo con las trabajadoras laicas. Un proyecto que no gustó a todos.
Sor Victoria López
Sierva de San José
“Era un proyecto de vida demasiado nuevo para que pudiera ser entendido, y hay una parte del clero de Salamanca que no lo entiende, no capta la entraña evangélica de aquel proyecto tan cercano al mundo del trabajo”.
Por eso, el obispo de Salamanca destituyó a la Madre Bonifacia y decidió que la orden se dedicase a la educación. Bonifacia murió prácticamente excluida por su orden, en el año 1905.
Años después, en 1936 se redescubrieron sus escritos y la congregación la reconoció de nuevo como fundadora.
Sor Victoria López
Sierva de San José
“Es el reconocimiento a un carisma que nace de la entraña de Nazaret. Un carisma que va dirigido a la mujer trabajadora, a la mujer pobre, a la mujer que muchas veces es maltratada, o es malpagada o está privada de libertad”.
El milagro que ha permitido hacerla santa tuvo lugar en la República Democrática del Congo. Se trata de la curación de un hombre de 33 años que padecía una enfermedad estomacal incurable.
Sor Victoria López
Sierva de San José
“Esperando todo el mundo a que se muriese, pero la comunidad había comenzado a pedirle a la Madre Bonifacia la curación de Kasongo Bavón. Y de manera inexplicable, de manera inesperada, este chico se curó”.
Actualmente, la congregación de las Siervas de San José cuenta con unas setecientas hermanas, que trabajan en cien comunidades de doce países. Son las sucesoras de una mujer sencilla y trabajadora que tuvo el coraje de afrontar los desafíos de su tiempo, y que no se rindió tampoco cuando le dieron la espalda sus seres más queridos.
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