Para entender cómo se desarrollará la reunión interreligiosa del 27 de octubre hay que volver a leer lo que escribió el actual pontífice hace nueve años, cuando acompañó a Wojtyla siendo cardenal
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
Cuando Juan Pablo II convocó, en octubre de 1986, el encuentro interreligioso de Asís, el mundo estaba todavía dividido en bloques y existía un peligro concreto de una guerra espantosa y total. En ese primer encuentro, hubo excesos y ligerezas, imputables a una organización no del todo impecable y seguramente no al Pontífice. Y sin embargo Karol Wojtyla fue clarísimo: "Repito humildemente desde aquí mi convicción: la paz lleva el nombre de Jesucristo".
En enero de 2002, pocos meses después de los atentados terroristas del 11 de septiembre que colocaron de manera inesperada y violenta sobre el escenario mundial el tema de la instrumentalización de la religión que justifica el odio, el asesinato de los inocentes y las masacres, el ya anciano y enfermo Juan Pablo II quiso repetir el gesto llevado a cabo en la ciudad del Pobrecillo. En esa segunda edición se prestó mucha más atención a no ofrecer ningún pretexto a las críticas de los tradicionalistas a propósito del riesgo de "sincretismo". Wojtyla pidió que la mirada fuera fijada "hacia el misterio de la cruz", hacia aquél "que se ha convertido en nuestra paz". Y corroboró que en el diálogo no hay que "abandonarse de ningún modo al relativismo ni al sincretismo" sino que hay tomar "la conciencia más viva del deber de dar testimonio y de anunciar".
En aquella segunda reunión de Asís, Juan Pablo II quiso llegar a la ciudad de San Francisco junto a los líderes de las otras religiones en un tren con salida de la Ciudad del Vaticano. El Papa trotamundos, que durante su pontificado viajando por toda la geografía mundial recorrió una distancia equivalente tres veces a la distancia entre la tierra y la luna, para esa ocasión eligió por primera vez el tren como medio de locomoción como lo había hecho su predecesor Juan XXIII, cuando en octubre de 1962, la víspera de la apertura del Concilio Vaticano II, se dirigió a Asís y a Loreto.
En enero de 2002, entre las personas que acompañarían al Pontífice polaco, hasta el último momento, no había estado previsto el nombre de Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No era un misterio, que el Cardenal, fiel colaborador de Wojtyla, había expresado algunas reservas respecto al modo en el cual se había desarrollado Asís 1986. Fue el secretario de Juan Pablo II, monseñor Stanislao Dziwisz, quién invitó a Ratzinger por voluntad del Papa, pidiéndole que participara en el segundo encuentro por la paz. El Prefecto obedeció. Y a su regreso de Asís, sorprendido por la experiencia positiva, quiso entregar a la publicación mensual 30Giorni, una especie de diario de ese viaje, explicando su significado. Volviendo a leerlo, en él se puede encontrar el planteamiento que en el momento actual ese cardenal, que se ha convertido en Papa, ha elegido para celebrar un nuevo encuentro interreligioso. Un encuentro que, vale la pena recordar, Benedicto XVI ha querido convocar por iniciativa propia, estando convencido firmemente de su bondad y utilidad.
"No se ha tratado –observaba Ratzinger hace nueve años comentando en caliente la peregrinación de enero de 2002- de una autorrepresentación de religiones que pretenden ser intercambiables entre ellas. No se ha tratado de afirmar una igualdad de las religiones, que no existe. Asís ha sido más bien la expresión de un camino, de una búsqueda, de la peregrinación a favor de la paz y es tal sólo si está unida a la justicia". "Con su testimonio a favor de la paz, con su compromiso por la paz en la justicia- seguía diciendo el cardenal- los representantes de las religiones han tomado, en el límite de sus posibilidades, un camino que tiene que ser para todos un camino de purificación".
"Peregrinación" y "camino" que tienen que ser para todos de "purificación". Son los elementos que se encuentran en el programa de Asís III, como han explicado Peter Kodwo Appiah Turkson, y el obispo Mario Toso, respectivamente presidente y secretario del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz: "El énfasis se podrá en la peregrinación y no en la oración", se ha tratado "de poner el acento en las cosas prácticas como caminar juntos por la justicia y la paz".
Por lo tanto no habrá momentos públicos de oración , ni siquiera en otra sede, como sucedió en 1986. Habrá solamente un espacio para la oración personal de cada uno. De todos modos, vale la pena recordar que el Cardenal Ratzinger, en el libro Fe Verdad y Tolerancia, había afirmado que aunque existieran "peligros innegables" de malentendidos, "sería del mismo modo errado rechazar en bloque y de manera incondicional la oración multirreligiosa", que está unida a determinadas condiciones y tiene que seguir siendo "una señal en situaciones extraordinarias, en las cuales, por así decirlo, se eleva un grito común de angustia que tendría que despertar los corazones de los hombres y al mismo tiempo sacudir el corazón de Dios".
Vatican Insider
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