"La flagrante discriminación de la mujer en la Iglesia es un escándalo"
"Donde me he sentido más respetada en mi ser mujer es en la Iglesia y, en concreto, en mi monasterio"
(José Manuel Vidal).- Es médico, teóloga y monja de clausura. Y sin embargo, Teresa Forcades, la benedictina del monasterio de St. Benet de Montserrat, es conodida en todo el mundo. Un video de Youtube contra las multinacionales y la trampa de la gripe A la catapultó a la fama. La entrevistamos en Madrid, el día 7 de octubre, aprovechando la presentación de su libro 'La teología feminista en la Historia' (Fragmenta). Sor Teresa asegura que la situación de marginación de la mujer en la Iglesia es "un escandalo" y que "ningún Papa se ha atrevido a prohibir ex cathedra el sacerdocio femenino". Pero tambien reconoce que es en la Iglesia y en su monasterio donde más respetada se ha sentido en su ser mujer.
¿Por qué una monja de clausura como usted escribe un libro sobre 'La teología feminista en la Historia'?
El libro fue una propuesta de la editorial Fragmenta. Y me lo propusieron, porque sabían que me había formado con la teóloga Elizabeth Schüssler Fiorenza. La conocí en Barcelona en 1992, antes de las Olimpíadas. Yo me iba a estudiar a Estados Unidos, a especializarme en medicina interna. Ella venía de Harvard y dio una conferencia. Una conferencia en la que se rompió la comunicación, porque la traductora que sabía mucho inglés, no sabía nada de Teología. Salí para ayudar en la traducción del inglés al catalán y se salvó la situación. Elizabeth quedó encantada y me invitó a visitarla en Harvard. Al final, fue ella la que vino a Buffalo, en el norte del Estado de Nueva York, donde estaba mi hospital, a dar otra conferencia.
¿Y tuvo que salir de nuevo como traductora espontánea?
Respuesta.- Fui a su conferencia, donde no hizo falta traducir, y nos volvimos a encontrar. Y, como consecuencia, me puse a traducir uno de sus libros al catalán, su libro de hermenéutica bíblica feminista. El libro me gustó mucho y lo traduje para profundizar en su contenido. Cuando acabé la traducción, fui a entrevistarme un par de veces con Schüssler Fiorenza, para comentarle mis dudas y mis reflexiones. Ella, a la vista de cómo había recibido, entendido y procesado su libro, me animó a estudiar Teología y me escribió una carta de recomendación para estudiar en Harvard.
Un recorrido vital que conocían en la editorial.
Respuesta.- Efectivamente. Además, había dado unas conferencias sobre teología feminista en Barcelona. Y cuando la editorial lanzó esta colección de libros breves, introductorios, que pudiesen servir de manual en las Universidades, para introducir una disciplina teológica, me pidieron el libro y yo acepté con gusto.
P.- Como teóloga feminista, ¿le duele especialmente la actual situación de la mujer en la Iglesia?
R.- La situación de la mujer en la Iglesia tiene una historia compleja que incluye tanto la discriminación como la promoción. La discriminación le duele a cualquier persona que esté por la justicia y que entienda que el Evangelio implica crecimiento humano a todos los niveles. En el Evangelio se aprende también el realismo de saber que cuando una persona intenta vivir el mensaje de Jesús, suele quedarse en los márgenes. En ese sentido, la situación de las mujeres es testimonio de que hay verdades cuyo lugar estará siempre en los márgenes hasta la escatología final.
P.- Es decir, que se siente usted preparada para seguir en los márgenes o en la frontera y sin aspirar al altar.
R.- La dinámica de los márgenes evangélicos consiste, a mi juicio, en la promoción de la justicia a todos los niveles, pero con el realismo de saber que, en cuanto se consigue un paso hacia adelante, se genera un proceso en el que el que no quiera quedarse instalado, seguirá encontrando razones para seguir caminando hacia los márgenes. De ahí mi defensa teológica de los márgenes.
P.- ¿Y la prohibición de la presencia femenina en el altar?
R.- La conclusión de la comisión bíblica pontificia, a la que Pablo VI pidió que estudiase el tema fue que no hay razón bíblica alguna para privar el acceso de las mujeres al ministerio ordenado. Eso era en el año 1976. En 1974, se habían realizado las primeras ordenaciones de mujeres en la Iglesia episcopaliana. Pablo VI vio venir que se iba a producir la misma demanda en la Iglesia católica y, por eso, pidió a la comisión pontificia que estudiara el tema.
P.- ¿Qué dice, en concreto, el documento de la comisión pontificia?
R.- Asegura que en las Escrituras no hay nada en contra. Tras conocer las conclusiones de la comisión, Pablo VI publicó un motu proprio en el que decía que consideraba que no debía ordenarse a mujeres en la Iglesia Católica.
P.- Y más adelante vino el intento de cierre definitivo de la cuestión por parte de Juan Pablo II.
R.- Sí, pero ningún Papa se ha atrevido a proclamar esa prohibición ex cathedra.
P.- ¿Esta flagrante discriminación de la mujer en la Iglesia es un escándalo?
R.- Sí. Recomiendo a quien quiera profundizar este tema el libro del profesor Gary Macy ‘La historia oculta de la ordenación de las mujeres'.
P.- ¿Y cómo vive esa situación, en un momento en el que, además, la sociedad civil avanza hacia la paridad?
R.- No me gusta el esquema que se plantea colocando a la sociedad civil en la vanguardia y a la Iglesia en la retaguardia en algo en lo que debería ser pionera. Entiendo que la situación entre varón y mujer y la manera de concebir lo femenino y lo masculino en la sociedad contemporánea occidental dista mucho de ser satisfactoria. Lo que más me interesa debatir teológicamente actualmente son las teorías críticas de Lacan y de algunos postestructuralistas contemporáneos. Porque, de momento y reconociendo que puede haber otras personas que hayan vivido la experiencia contraria, donde me he sentido más respetada en mi ser mujer es en la Iglesia y, en concreto, en mi monasterio. En comparación con otros ámbitos, como pueden ser el hospital o la Universidad, me quedo con el monasterio, pero con mucho, como espacio de libertad y de respeto. En mi relación con los monjes de Montserrat, por ejemplo, descubro unas posibilidades de interacción más ricas que las que en general he vivido o he observado entre varones y mujeres que son colegas en el hospital o en la universidad.
P.- Luego, la Iglesia no es tan anti-femenina como suele decirse.
R.- Mire, hay que empezar a hablar de este tema con veracidad, porque, de lo contrario, pareciera que aquí tenemos, por un lado, una sociedad liberada, oasis o meca para las mujeres y, por el otro, la Iglesia que es una institución de opresión y de desastre. Mi experiencia atestigua todo lo contrario. Porque, si fuese así, quizás ya no estuviese donde estoy.
P.- ¿Quiere decir que hay un espacio de libertad enorme dentro de la Iglesia a pesar de los pesares?
R.- Lo ha habido siempre. Lo que ocurre es que también hay que denunciar que, entre los cuadros de mando de la Iglesia hay una falta absoluta de representación de las mujeres. Y ése es el escándalo del que hablábamos.
P.- Libertad para las mujeres en la Iglesia-pueblo de Dios y falta de representatividad entre su jerarquía.
R.- Tenemos que cambiar esa noción de Iglesia que mira primero hacia arriba. Para hablar de la Iglesia, primero tenemos que mirar hacia abajo. Y abajo encontramos unas fundadoras y unas iniciativas que no tienen correlato en el mundo civil. Al menos hasta ahora. Vamos a ver qué ocurre en el siglo XXI.
P.- Se la suele señalar a usted y acusar de todo tipo de herejías desde algunas páginas webs de los sectores más conservadores. ¿Tiene miedo?
R.- Me acuerdo de la 'perfecta alegría' de san Francisco y creo que es esencial para un cristiano saber que, cuando todos te aplauden, vas mal. Desatar las iras de ciertos sectores, no es en sí mismo garantía de que una va bien, pero es un poco mejor que cuando todo el mundo te aplaude.
P.- ¿La Iglesia jerárquica española está demasiado encerrada en sí misma y ejerce un excesivo control en sus filas?
R.- Está claro que, desde el Vaticano II, ha habido una involución. Y, en la iglesia española se puede constatar que el miedo existe y que hay falta de libertad para hablar con voces distintas, que es lo que suele pasar cuando la gente habla desde su experiencia. Esa uniformidad de expresión es muy preocupante.
P.- ¿Falta pluralismo en la Iglesia española? O dicho de otra forma, ¿son capaces los obispos españoles de asumir que hay distintos modelos o distintas sensibilidades eclesiales y que todas son válidas?
R.- Hay muchos obispos que son capaces. El problema es que no sólo es cuestión de aceptar eso, sino de vivirlo. Los obispos tienen el deber-derecho de ejercer su responsabilidad pastoral de acuerdo con su propia conciencia, no pueden simplemente suplir su criterio con el criterio que les llegue desde arriba. En este sentido, el obispo no sólo acepta la pluralidad, sino que se convierte en generador de la misma y la vive.
P.- Usted es religiosa benedictina. ¿Tiene futuro la vida religiosa o se ha terminado su época? ¿Cómo la ve?
R.- La veo muy bien. La vida religiosa ha ido cambiando a lo largo de la Historia y sólo tendrá futuro si sigue haciéndolo. El cambio es inherente a la vida religiosa y sólo las ramas que no cambian tienden a desaparecer. A lo mejor, las benedictinas acabamos, pero esos espacios de comunidad de personas que entienden que sus vidas no se plenifican en una vida de pareja sino en la relación de comunidad siempre existirán. Porque, además, son personas que dan testimonio de que ése es el modelo para todos en el mundo escatológico.
P.- La vida religiosa como anticipación de la vida celestial.
R.- Ésta es la antropología cristiana. La vida de pareja es sacramento del mismo amor de Dios, pero lo es de una forma temporal. La vida de comunidad lo es de una forma escatológica, porque Dios nos llama a ser personas que entiendan que la relación con toda la humanidad, con todas y todos aquellos creados a imagen de Dios, es una relación de amor absoluto, una relación de dar y recibir como la de la Trinidad. Esta vida de comunión trinitaria es la que la utopía cristiana nos propone.
P.- Pero eso también se puede vivir en el matrimonio: estar abierto a todos y amar a todos.
R.- Claro, pero el matrimonio es hasta que la muerte nos separe. Y por eso decía Jesús: 'No lo entendéis'. Porque, en el cielo, la gente no se casa.
P.- ¿Su video del 2009, denunciando el montaje de la famosa gripe A, tuvo tanto éxito porque desmontaba la superficialidad en la que se mueven los grandes poderes fácticos de la información en un mundo globalizado?
R.- Hay que ser claros en la crítica a este desastre de la sociedad contemporánea que es el aumento de la desigualdad riqueza-pobreza en los últimos 50 años. Ése es un escándalo mucho más grande que la injusticia con las mujeres en la Iglesia de la que hablábamos antes, aunque no tiene mucho sentido comparar injusticias, porque cada una es absoluta en sí misma. Hay mucho que criticar a la sociedad contemporánea, pero no como un eslogan. Porque si bien es cierto que existe esa superficialidad, también lo es que, por primera vez, está coexistiendo con gente que realmente cree que no debe esperar a que le venga de arriba la solución de las cosas.
P.- Hay también mucho bueno en la sociedad actual.
R.- Efectivamente, hoy hay más gente que toma en sus manos las riendas de su vida. Es cierto que estamos atravesando una etapa neoliberal que, a nivel estructural, se puede comparar con otras etapas de la historia en las que hubo un creciente malestar de la población.
P.- ¿En qué le hace pensar esa creciente indignación que cunde por doquier, incluido el mundo árabe?
R.- Estoy muy preocupada por lo que está pasando ahora mismo en Libia o en Siria. O por lo que pueda pasar en Irán. Especialmente desde la perspectiva de las grandes mentiras políticas. Ya lo hicieron dos veces, pero parece que no escarmentamos. Ocurrió en Irak y luego nos lamentamos. Y con Gadafi creo que ha pasado lo mismo. Se miente para justificar una intervención militar. ¿Por qué no intervenimos en Arabia Saudí, para liberar a las mujeres, y sí lo hacemos en Afganistán?
P.- ¿Le gustaría que el Papa fuese a Somalia en un gesto profético que detuviese o paliase la muerte de tantas personas y tantos niños inocentes?
R.- Éste puede ser otro de esos eslóganes de los que desearía separarme. Quizás ahora, cuando todo el mundo está mirando a Somalia, me gustaría que el Papa fuese a otra parte. Porque los desastres proliferan. Por ejemplo, ¿qué está pasando en Sudán?
P.- ¿Nos engañan los medios de comunicación?
R.- Tengo la impresión, confirmada con el caso de la gripe A, de que otro de los mayores escándalos actuales es la falta de libertad en el mundo de la información. Hay más libertad periodística Periodista Digital o en Vida Nueva que en 'El País' o en ‘La Vanguardia'.
P.- Volvemos al lugar por el que empezaba: en la Iglesia se vive mejor.
R.- No me gustaría morderme la lengua a la hora de criticar lo criticable de la Iglesia, pero que nadie me pida que diga que en la sociedad civil hay mayor libertad que en la Iglesia, porque no es cierto. Lo cual no quiere decir que la Iglesia no tenga nada que aprender de la sociedad no-eclesial. Lo ha hecho siempre.
P.- ¿Participó o vio la JMJ? ¿Qué le parece ese tipo de eventos?
R.- No la vi mucho. Fueron las tres hermanas más jóvenes del monasterio y volvieron muy contentas. El evento macro-eclesial quizás sea un signo de los tiempos. Asistí en Venezuela a uno de esos eventos macro con motivo del 90 aniversario de la muerte de monseñor Romero y me pareció algo extraordinario. Lo mismo puede ocurrir con la gente que fue a ver al Papa. Estos grandes eventos eclesiales quizás sean un signo de los tiempos del siglo XXI. Lo importante es el tipo de mensaje que en ellos se transmite y cómo se utilizan esos espacios.
P.- ¿Y cómo se utilizaron en la JMJ?
R.- Creo que hubo un predominio de articulaciones conservadoras o de mensajes hacia los jóvenes en esquemas de nosotros-ellos (Iglesia-sociedad), pero también hubo espacios donde se pudo compartir la fe con una visión más abierta.
P.- ¿Tiene esperanza en el futuro de la sociedad y de la Iglesia? ¿es usted una mujer esperanzada?
R.- Sí.
P.- Por ejemplo, ¿podemos ver un cambio en la Iglesia a corto plazo?
R.- Más que a corto plazo, hoy mismo. Me gustaría tener sobre la realidad la mirada que Jesús nos pide. Una mirada para ver que los campos están dorados o maduros y sólo faltan los segadores. Esa mirada que ve, como dice San Pablo, que el mundo está embarazado de Dios. O, incluso ya de parto y en lugares donde una no se lo esperaría. Eso es lo que da esperanza.
RD
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