Thursday, November 10, 2011

El yoga y el zen ¿son oración?

Hoy he tenido una discusión con un amigo sobre la oración. Sostenía a brazo partido que el yoga no es oración. Que puede preparar para ella, pero que uno que hace yoga no hace oración.

Yo le arguía que había que distinguir entre el yoga físico, las posturas o asanas y la meditación yoguica, el silencio profundo que puede abocar a un contacto personal con lo trascendente; y que en todas las religiones hay místicos: entre los monjes zen, la devoción hindú, la mísitca sufí…

Y le hice caer en la cuenta que el místico sufí murciano Ibn Arabí, anterior a San Juan de la Cruz tiene intresantes puntos de contacto con el santo carmelita. Que el mismo San Ignacio de Loyola se sirve de la oración por anhélitos (respiraciones acompasadas con las plegarias cristianas) o el “supino rostro arriba” en sus Ejercicios, lo que no deja de ser una asana relajatoria para entrar en oración.

Pero veo que sigue existiendo la sospecha sobre estos modos de oración. Nosotros los cristianos somos lo únicos que podemos tirar de la cuerda y que aparezca Dios. Como aquella dama china que hizo un embudo de cartón para que su incienso no se confundiera con el de los demás que estaban orando al lado.

Por último le proponía esta pregunta: ¿Un hombre en una isla desierta que no conoce religión alguna y bucea, mediante el silencio en su interior o se eleva por la contemplación de la naturaleza, está haciendo oración? Si la respuesta es negativa, el hombre no estaría bien hecho y Dios sería injusto con sus creaturas al darles posibilidad de entrar en oración a unos y no a otros.

Creo que el cristianismo nos ha dado, por la encarnación de Jesús, un “plus” (la presencia entre nosotros de un Tú. la Palabra hecha carne), es cierto, pero cualquier hombre de buena voluntad tiene herramientas para buscar y contactar con Dios esté donde esté.

En este sentido las orientales tienen siglos de práctica y mucha profundidad. El mismo San Francisco Javier, que no era precisamente un “progre” y bastante obsesionado con “salvar almas del infierno” quedó admirado en su diálogo con los monjes Zen, por no hablar de Pedro Arrupe, que al prepararse para ser maestro de Novicios de los japoneses aprendió la ceremonia del te, el tiro de arco y la meditación zen, con una increíble actitud de humildad y diálogo para su tiempo. En Roma seguía haciendo oración en postura oriental. Y cuando le pregunté qué estilo de oración predominaba en él, me respondió que en su oración entraba “todo”.

Es evidente que, más allá de cualquier técnica, para meditar y alcanzar algún contacto con Dios se requiere un hondo silencio interior, sinceridad y despojarse del pequeño yo. Pero Dios está ahí detrás o en el fondo de toda realidad habitándonos y dándonos el ser para quien le busque: desde una viejecita que reza su rosario en un pueblo olvidado a un aborigen australiano que nunca oyó hablar de Jesucristo. Pero ya se sabe, al final de la discusión mi amigo se quedó con su idea y yo con la mía. como suele suceder.

Es curioso que en el Evangelio de hoy de Lucas hemos leído:

“El reino de los cielos dentro de vosotros está”

Pedro Miguel Lamet sj
El alegre cansancio
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