Saturday, November 19, 2011

¿Una teología de la liberación “made in Africa”?

Ratzinger, en Benín, indica la importancia de la atención hacia los pobres y habla de una «globalización de la solidaridad». Temas importantes para los teólogos sudamericanos

GIACOMO GALEAZZI
ENVIADO A COTONOU (BENÍN)

El Papa lanza una nueva teología de la liberación con la fórmula de la «globalización de la solidaridad». En las 130 páginas de la Exhortación Apostólica “Africae munus”, Benedicto XVI subraya la importancia de la atención hacia los pobres, define el analfabetismo como un «flagelo» semejante al «paludismo, el sida, la tuberculosis y otras», y moviliza a la Iglesia para que salve a los jóvenes de la «falta de educación, por el desempleo, la explotación política y toda clase de dependencias», para que no caigan en la «frustración» y para que puedan tomar el control del propio futuro.

Temas particularmente importantes para los teólogos de la liberación que, partiendo desde Sudamérica, catalizaron desde los años 70 y 80 el debate eclesial, sobre todo en el Tercer Mundo. La Comunidades eclesiásticas de base (Cbe), núcleos ecuménicos empeñados con la vivencia de una fe que participa en los problemas de la sociedad, tuvieron notable difusión durante ese período y echaron raíces, un poco, por todas partes, pero, sobre todo, en Brasil y Nicaragua. En Brasil, gracias al apoyo del cardenal de Sao Paolo, Paulo E. Arns, y del obispo Helder P. Câmara, surgieron casi 100.000. En Nicaragua, muchos sacerdotes como Ernesto Cardenal y Miguel D’Escoto entraron a formar parte del gobierno sandinista. La tercera reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que tuvo lugar en Puebla, México, en 1979, incluso reafirmando y desarrollando los principios elaborados en Medellín, también puso en evidencia el nacimiento de una fuerte oposición, por parte de los sectores conservadores, a las tesis de la peología de la liberación. Esta oposición se fue reafirmando durante los años 80 con el apoyo del Pontífice Juan Pablo II. Los principales artífices de la teología de la liberación se fueron alejando paulatinamente de los nudos jerárquicos superiores y su campo de acción se fue reduciendo poco a poco. El caso del franciscano Leonrado Boff fue emblemático pues, tras varios procesos eclesiásticos, abandonó la orden en 1992.

Ahora, con tonos de sensible solicitud social, la exhortación que nació del Sínodo para África indica netamente la necesidad de combatir la «explotación» las «malversaciones locales y extranjeras» que impiden que las poblaciones africanas puedan gozar de los propios recursos naturales fundamentales, como la tierra y el agua, y que impiden que puedan consolidar sus economías. Por ello, el Papa pide a los jóvenes que protejan los «bienes fundamentales como la tierra y el agua para la vida humana de las generaciones actuales y las del futuro» y consolidar de esta forma la paz.

El recuerdo afectuoso del ex decano del Sagrado Colegio, el Cardenal Bernardin Gantin(que siempre estuvo atento a las instancias de la teología de la liberación) es muy significativo al respecto. El Papa elogió su «sentido de discernimiento, de no caer en ciertas fraseologías, sino de entender qué cosa era esencial y qué cosa no tenía sentido», con una referencia que parece referirse a su conducta ante la teología de la liberación. «Benín es el país de mi estimado amigo, el cardenal Bernardin Gantin: siempre he tenido el deseo de poder rezar, algún día, sobre su tumba –afirma Benedicto XVI. Fue para mí, verdaderamente, un gran amigo y por ello visitar el país del Cardenal Gantin, como un gran representante del África católica y del África humana y civil, es para mí uno de los motivos por los que deseo ir a este país». Después, el Pontífice vuelve a evocarle: «Yo vi por primera vez al cardenal Gantin en mi ordenación como arzobispo de Múnich en el 77. Él había ido porque uno de sus alumnos era mi discípulo: así, idealmente, ya existía entre nosotros una amistad, sin que nos hubiéramos visto. En este día decisivo de mi ordenación episcopal fue hermoso para mí encontrar a este joven obispo africano, lleno de fe, de alegría y de valentía». Entonces, añade, «colaboramos muchísimo, sobre todo cuando él era Prefecto de la Congregación para los Obispos y después en el Sacro Colegio. Siempre he admirado su inteligencia práctica y profunda; su sentido de discernimiento, de no caer en ciertas fraseologías, sino de entender qué cosa era importante y qué cosa no tenía sentido. Y luego su verdadero sentido del humor, que era muy bello».

La reedición en tierras africanas de la opción preferencial por los pobres, obviamente no equivale a un “borrón” con respecto a los excesos de la corriente de pensamiento católica que se desarrolló en América Latina y que tiende a evidenciar los valores de la emancipación social y política que se encuentran en el mensaje cristiano. Tanto que los cristianos de base atribuyen a Juan Pablo II la “normalización”, durante los años 80 y 90, del clero y del episcopado sudamericano, así como la fuerte presencia de exponentes del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo, marginando a los teólogos de la liberación que habían inclinado el eje de la iglesia hacia la izquierda, al dialogar con el comunismo que, en cambio, el Vaticano estaba combatiendo en Europa del este.


La actual y dramática hemorragia de fieles hacia las sectas evangélicas sería el fruto, en parte, de la marginación de los sacerdotes que tenían mayor contacto con los sectores populares y con las masas de las favelas. El nacimiento del movimiento se dio con la reunión del Consejo episcopal latinoamericano de 1968, que tuvo lugar en Medellín (Colombia), durante la que los representantes de la jerarquía eclesiástica del continente tomaron partido en favor de los grupos más desprotegidos y vulnerables de la sociedad latinoamericana y de sus luchas; entonces, se pronunciaron por una Iglesia popular y socialmente activa. La denominación se volvió universal tras la publicación del ensayo del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, “Teología de la Liberación” (1971). La difusión, durante los años 70, de las dictaduras militares o de los regímenes represivos en Latinoamérica, causa de fricciones entre amplios sectores de la Iglesia católica y los poderes constitutivos, estimuló el empeño de los teólogos de la liberación que comenzaron a elaborar propuestas cada vez más radicales para afrontar el empeoramiento de la crisis política y social latinoamericana.


Vatican Insider

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