Friday, November 11, 2011

Para que cambie la Iglesia

Hay ciertas frases que de vez en cuando se ponen de moda. Lo digo, porque de la frase que voy a partir para este breve comentario, acabo de leerla en dos o más lugares de prensa, cuyo contenido e ideología, por otra parte, nada tienen que ver. A la beata Madre Teresa de Calcuta le preguntaron en cierta ocasión, cuál sería, a su parecer, lo primero que cambiaría de la Iglesia. Y su respuesta fue así de sencilla y directa:”Usted y yo”.

De esta respuesta, saco dos conclusiones: Primera, que “usted y yo” (todos los creyentes cristianos) somos parte de la Iglesia. Segundo, que el cambio, la conversión, no se hará si no contribuimos todos. No se trata sólo de que cambie de modo de pensar y de actuar la “jerarquía” (que lo tiene que hacer), sino que además (como condición “sine qua non”) todos (usted y yo, y el de enfrente y el de al lado) tenemos que entrar en actitud de conversión. “Los cristianos, dijo alguien, tenemos que pasar de ser creyentes a ser creíbles”. Es decir, que si nuestra vida no es reflejo de lo que decimos creer, le estamos haciendo un flaco servicio a la Iglesia. Escribe Pagola:”Quien habla de un Dios bueno, y no hace gestos de bondad, desacredita el mensaje de Jesús”.

Pues bien, podríamos decir para quien quiere que cambie la Iglesia, pero él no está dispuesto a cambiar, que su deseo es ilusorio, egoísta y descorazonador.

Para que uno mismo cambie (en lo que sea necesario) debe tener claro lo que el mensaje evangélico le pide, hoy; tiene que tener un deseo vehemente de ser la iglesia que Cristo querría; debe dejar de lado muchos “intereses creados”, y desprenderse de lo que es lastre y obstáculo.

El mensaje del Bautista, citando a Isaías, nos acucia con estas palabras: “Convertíos. Allanad los caminos al Señor, preparad sus senderos”. Este mensaje, que se nos recuerda cada Adviento, no es sólo para preparar la Navidad; es, también y sobre todo, para que la coherencia se establezca en nuestra vida, para que seamos “creibles”, y otros lleguen a ser “creyentes”. Es parte importante de la nueva evangelización, creadora de Iglesia, de cara al Reino, que es el objetivo último y el punto final de esa evangelización.

Siempre me ha llamado la atención el comprobar lo poco que se habla del Reino de Dios, y lo mucho que se habla de la Iglesia, como si la Iglesia fuera el objetivo final, cuando en verdad lo importante, y lo que Cristo anunció, fue el Reino. Reino de paz, y justicia, reino de amor…

El Reino de Dios es mencionado: 4 veces en el Evangelio de Mateo; 14 veces en el Evangelio de Marcos; 32 veces en el Evangelio de Lucas; 2 veces en el Evangelio de Juan; 6 veces en los Hechos; 8 veces en las Epístolas de Pablo.

Sólo vivir el Reinado de Dios puede hacernos felices. Pero desgraciadamente hay muchos sucedáneos del reino, que no pueden dar la felicidad, o la dan pasajera, incompleta.

Félix González
Corazones en red
ss.cc.

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