De Loyola a Manresa, la peregrinación jesuita sigue la ruta de san Ignacio
VICENTE L. GARCÍA | En 1522, san Ignacio viajó desde su casa en Loyola (Guipúzcoa) hasta Montserrat y Manresa, en Barcelona. Una peregrinación de casi un mes que cambió su vida. Sus proyectos posteriores ayudaron a transformar el mundo, como se puede apreciar cinco siglos después en los propios enclaves que configuraron el ser espiritual de uno de los grandes santos de la Iglesia.
Con el respaldo de la Compañía de Jesús, jesuitas y laicos afines a la espiritualidad ignaciana se han empeñado en un proyecto que tiene como meta convertir la ruta que en su momento recorrió el fundador en un referente de peregrinación para el 2022, año en el que se conmemorará el 500º aniversario del viaje original.
Se trata del Camino Ignaciano. Desde la web oficial, se recoge el fin último de la peregrinación, sin duda ambicioso: “Impulsar la espiritualidad y potenciar así la comunidad ignaciana, la Iglesia y la mejora de nuestro mundo”.
“Puede hacerlo cualquiera –anima el espacio digital–, pero especialmente los hombres y mujeres que han descubierto en la espiritualidad ignaciana un impulso para luchar por un mundo más justo. Y también aquellos que desean encontrar algo más en su vida. Todos estamos invitados al Camino Ignaciano, porque es una metáfora de nuestro propio camino de la vida”.
El P. Josep Lluís Iriberri, perteneciente a la Provincia Tarraconense, fue el encargado de coordinar esta propuesta de peregrinación. Una tarea para la cual tuvo claro el modelo a seguir: “Entre los objetivos del Camino Ignaciano está el recuperar para el mundo la figura de san Ignacio, un hombre como muchos de nosotros, pero que, en un momento dado de su vida, se convierte en un instrumento en manos de Dios, gracias a un proceso de búsqueda interna”.
“Desde ahí –continúa–, otro fin es ofrecer a los hombres y mujeres del siglo XXI un espacio abierto en el que hacer esa misma experiencia y discernir sobre el sentido de sus vidas. Como tercer objetivo, estaría el resaltar la historia y la cultura de los pueblos y ciudades por donde discurre la ruta ignaciana”
Es de destacar que esta iniciativa no tiene precedente en los 500 años de historia de la Compañía de Jesús.
“Llegué a hablar con él”
Aunque aún no existe una guía oficial, ya son muchas las personas que han hecho parte de este camino, o incluso la ruta completa, como es el caso del jesuita irlandés Terry Howard, que relata así su experiencia:
“El Camino Ignaciano comenzó para mí en Pamplona, donde Ignacio cayó herido. En mi caminar, no dejaba de imaginar que formaba parte de la comitiva francesa que lo llevaba en camilla de regreso a su casa. Mientras caminaba, iba hablando con él. La presencia de Ignacio se hizo más fuerte y llegué a hablar con él no solo sobre sus heridas, sino también sobre mis propias luchas en la vida“.
“El trayecto de Pamplona a Loyola me llevó cuatro días -continúa–. Al llegar a la casa de Ignacio, llamé con mis puños en la puerta, como queriendo decir: ‘He traído a Ignacio, trabajo hecho’. Allí pasé tres días bebiendo de la vida, el paisaje y su localidad. Cuando me sentí listo (Ignacio y yo), salimos juntos en ‘su’ proyecto de peregrinaje a Jerusalén. Mientras caminábamos, hablaba y le escuchaba sobre lo que le sucedía en cada etapa”.
Vida Nueva
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