Tuesday, August 28, 2012

“Calma y paciencia: solo han pasado 50 años”



Conversación con el cardenal Walter Brandmüller, historiador eclesiástico y hermeneuta del Concilio Vaticano II, sobre el aniversario de su apertura

GUIDO HORSTROMA

EL Vaticano II fue un Concilio pastoral que también ofreció explicaciones dogmáticas. ¿Existe algo semejante en la historia de la Iglesia?


Efectivamente, parecería que justamente con el Vaticano II se inauguró un nuevo tipo de Concilio. El lenguaje mismo que se convirtió en expresión, sin contar la exhaustividad de los textos, demuestra que los padres conciliares no tenían como motivación sentenciar con respecto de las nuevas cuestiones controvertidas a nivel eclesiástico, sino mas bien el deseo de dirigirse a la opinión pública de la Iglesia y al mundo entero en el espíritu de la anunciación.

Si a 50 años de distancia un Concilio no ha sido recibido de forma adecuada por el pueblo de la Iglesia, ¿no habría que declararlo un fracaso? Benedicto XVI ha advertido acerca de una lectura engañosa del Concilio, sobre todo en relación con la hermenéutica de la ruptura...

Esta es una de esas preguntas que ya se ha convertido en parte del repertorio, definido por el nuevo sentimiento existencial, típico de las convulsiones de nuestro tiempo. Pero, a final de cuentas, ¡¿qué son cincuenta años?! Recuerde el Concilio de Nicea de 325. Las disputas alrededor del dogma de aquel Concilio (la naturaleza del Hijo, o bien si tenía la misma sustancia del padre o no) duraron más de cien años. En ocasión del 50 aniversario del Concilio de Nicea, San Ambrosio fue ordenado obispo de Milán y hasta su muerte tuvo que luchar en contra de los arianos que rechazaban aceptar las disposiciones del concilio. Poco después se dio otro Concilio, el primero de Constantinopla en 381, que era necesario para completar la profesión de fe del de Nicea, en el que San Agustín tuvo que encargarse de oponerse a los herejes hasta que no se apagaron en 430. También en el Concilio de Trento, para decir la verdad, hasta el jubileo de oro de 1596 tuvo pocos frutos. Hubo que esperar a que una nueva generación de obispos y de prelados madurara en el “espíritu del Concilio” para que este pudiera surtir su efecto. Así que tendremos que darnos un respiro.


Hablemos ahora un poco sobre los frutos del Concilio Vaticano II.


Antes que nada, evidentemente, está el “Catecismo de la Iglesia católica”, en analogía con el tridentino: después del Concilio de Trento se hizo el Catechismus Romanus para ofrecer a los párrocos, predicadores, etc... los parámetros para la predicación y el anuncio o la evangelización.


También el Código de Derecho Canónico de 1983 se puede definir como uno de los frutos del Concilio. Habría que decir que la forma de liturgia postconciliar con sus distorsiones no se debe achacar al Concilio o a la constitución litúrgica que instituyó el mismo, por lo que todavía no ha sido verdaderamente adoptada. La eliminación indiscriminada del Latín o de los Cantos Gregorianos, además de la erección de altares populares no se pueden llamar frutos del Concilio.


No comments: