No solo pepitas, libros raros o cheques: los Pontífices reciben (extraños) regalos de todos los rincones del planeta; cimitarras, cocodrilos, coches, tractores, panales...
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
«Presuntas» pepitas de oro, ediciones raras e incunables, cheques intransferibles por importes bastante consderables: la sentencia en la que se establece que el ayudante de cámara Paolo Gabriele será enviado a juicio en otoño vuelve a hacer que la atención se detenga en el que en el Vaticano se conoce como el «almacén privado» del Papa, al que van a dar muchos de los regalos que llegan de todos los rincones del planeta. Una de las “memores” que ofrece su servicio en el apartamento pontificio se ocupa de él, pero también el mayordomo, protagonista de los “vatileaks”, tenía ciertas responsabilidades.
El que más ha llamado la atención de la opinión pública del mundo fue un cheque por 100 mil euros, proveniente de la universidad católica de Murcia, a nombre de Benedicto XVI, y que se encontraba entre los documentos del ayudante de cámara. Las limosnas de dinero son constantes y están destinadas a la caridad del Papa: entre los documentos filtrados y que publicó el periodista italiano Gianluiggi Nuzzi, por ejemplo, se muestran dos cheques enviados como regalo de Navidad al Pontífice. Y no es nada raro que el dinero de las limosnas llegue en efectivo al aposento del Papa.
Pero también hay algunos regalos que ofrecen, por ejemplo, los presidentes de países que visitan el Vaticano. Desde libros raros hasta especies características del propio país (como las que le regaló a Ratzinger en un vaso el presidente de Sri Lanka), pasando por cuadros, grabados, objetos raros como la estufa de cobre para mantener caliente la pizza, que fue un regalo para Juan Pablo II. El beato Wojtyla, en 27 años de Pontificado, rompió todos los récords en cuanto a regalos recibidos, por ejemplo la cimitarra que le ofreció el presidente de Yemen o todos los videocassetes de una famosa serie televisiva iraní, regalo del presidente Kathami.
Los regalos más valiosos se llevan a los Museos Vaticanos, a la Biblioteca o a la Sacristía. Otros van a dar al almacén, y después de un cierto tiempo irán a dar a otros sitios o se reciclarán: como los vestidos de novia o los anillos nupciales (que a menudo llegan) o las enormes cantidades de comida (tortas gigantes de las formas más extrañas, huevos de Pascua de enormes dimensiones), que inmediatamente se desvían hacia institutos religiosos o comedores para pobres.
A principios de 2011, Benedicto XVI recibió del presidente ruso Medvedev dos volúmenes de cartas de Boris Yeltsin: «Tendré que aprender ruso...», dijo sonriendo el Papa, dando a entender que difícilmente las habría leído. Uno de los regalos más frecuentes son los automóviles: en el año 2000, Gianni Agnelli donó al Papa Wojtyla un “Lancia” súper equipado y que valía miles de millones de las viejas liras italianas, pero también le regalaron a Juan Pablo II un tractor con los colores blanco y amarillo del Estado Pontificio y un cámper. Con ratzinger, un Papa atento a la ecología y la defensa de la Creación, se multiplicaron los regalos “verdes”, como el “city car” eléctrico que le regaló una empresa de Prato (Italia) y que ahora usa la Sala de Prensa del Vaticano.
Pero, tal vez, el regalo más inusual que Benedicto XVI ha visto durante una de las audiencias fue un pequeño cocodrilo cubano, regalo del Zoológico de Roma antes de su viaje a Cuba de este año. Ya en 2009 desde Yaoundé, Camerún, había despegado en el avión papal una tortuga que el Pontífice recibió como regalo. El empresario de dulces italiano Michele Ferrero espera que el Papa haya apreciado los tartufos blancos de Alba que compró en una subasta hace años para donarlos al Vaticano. Sobre todo, espera que hayan tenido un fin mejor de los que recibió hace algunos años Karol Wojtyla: la monja que se encargaba entonces de la cocina pensó que se trataba de patatas, por lo que les quitó la cáscara y los puso a hervir, llenando de un olor horrible todo el aposento papal.
Vatican Insider
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