El diario EL MUNDO publica hoy en su edición papel un artículo-anáisis mío sobre la noticia de que Pauletto y un informatíco que le ayudó a robar los documentos vaticanos serán procesados en octubre. Reproduzco aquí mi comentario:
LO QUE EL MAYORDOMO CALLA
Como en las mediocres novelas policiacas, el culpable, mientras no se demuestre lo contrario, sigue siendo el mayordomo, el ya famoso Pauletto, que además de servir el “pranzzo” y actuar de solícito ayuda de cámara de Benedicto XVI, se dedicaba a sustraerle documentos secretos altamente comprometidos. Y que lo hacía al parecer con ayuda tecnológica de un nuevo indivíduo, el informático Claudio Sciarpelleti, un ciberladrón, que aparece ahora como nuevo personaje del culebrón vaticano y que por ahora se ha librado de la cárcel, está suspendido en su trabajo aunque sigue cobrando. Aunque las últimas noticias dan al hacker vaticano por desaparecido, con todas las claves en su mano para acceder a la base de datos del Papa.
Poco nuevo pues en las 33 páginas del esperado informe del juez instructor Piero Antonio Bonet. Una considerable suma de 100.000 euros, una valiosa traducción de la Eneida del siglo XVI, y una pepita de oro, que aumenta el exotismo del caso,hacen pensar que la causa inmediata y más obvia del significativo hurto y violación de los secretos papales podría ser el vil metal. Pero, según ha confirmado el padre Lombardi, es caso está abierto y sigue la investigación.
La fecha para desvelarlo, en vísperas de pleno ferragosto –cuando los piedras arden en la Ciudad Eterna y los romanos huyen a la periferia- y la simplicidad de la información, hacen columbrar una estrategia de la diplomacia más vieja del mundo para contentar a los medios y parar las crecientes especulaciones. Y es muy probableque haya un pacto con el ladrón incluso con perdón papal incluido para tenerlo callado.
Tampoco resultan creíbles las declaraciones de Paolo Gabriele,que se confiesa ferviente católico y tiene fama de hombre frágil, presentándose poco menos que como “salvador de la Iglesia”, para purificarla de corrupción y liberar al papa de su doble condición de Pastor y Jefe de Estado. Pues, si fuera así, ¿por qué afirma a renglón seguido , a través de su abogado, que está arrepentido? ¡¡Tambieen ha dicho claramente que él es “chivo expiatorio”!
Le pueden caer de uno a seis años de cárcel, cuando en otoño se enfrente a los tribunales. Me resisto a creer que en un mundo de intrigas sea sólo un llanero solitario. Recuerdo que un monseñor de curia me decía que en el Vaticano nunca los síes ni los noes lo llegan a ser del todo, pues su lenguaje es la quintaesencia de la sutileza, que se ha convertido en una trampa para Pauletto.
Cuesta creer que tal embrollo se pueda resolver con este chapuzón informativo estival. Sobre todo, porque lo que realmente importa, más incluso que el vil latrocinio de documentos y la violación del secreto, es lo que ellos revelan, como, por ejemplo, lascartas enviadas a Benedicto XVI por el nuncio en EEUU, Carlo María Viganò, en las que denunciaba la “corrupción, prevaricación y mala gestión” en la administración vaticana. Por no hablar del centenar de documentos que ha publicado Gian Luigi Nuzzi en su polémico libro Sua Santità.
Habrá pues que esperar para saber quién anda entre bambalinas. Los vaticanistas italianos, tan dados a la elucubración, hablaron incluso de intrigas internas de la curia de cara a la sucesión del anciano Papa. Yo he visto a uno de estos periodistas –afortunadamente no todos se sirven de tales mañas- pagar a un guardia suizo en vía Véneto para conseguir filtraciones del Cónclave. Pero en este como en otros sonados casos sin aclarar –el lío del Banco Ambrosiano; el triple asesinato del comandante Estermann, su esposa y un joven vicecabo de la Guardia Suiza; o el secuestro de la niña Enmanuela Orlandi- nos damos de bruces con el secretismo proverbial del pequeño Estado vaticano.
Lo más grave del asunto es que esta historia se inscribe dentro de una época con el campo sembrado de cizaña para la Iglesia por otros polémicos temas, como la pederastia y demás escándalos. Un papa teólogo como Benedicto XVI, por su carácter y orientación pastoral interna, dulce e intelectual, bien ajeno a las intrigas políticas, debe estar sufriendo particularmente esta galerna de noticias, algunas claramente malintencionadas.
Pero tsunamis como este replantean cuestiones de fondo. De acuerdo con no pocos teólogos aperturistas saltan a la pluma ciertas preguntas: ¿Debe la Iglesia de Jesús de Nazaret, seguir siendo un Estado, por muy pequeño que sea, con sus embajadores, sus leyes y hasta su cárcel? ¿No ayudaría al Papa en su oficio de pastor dejar de ser jefe de Estado? Es cierto que hay una carga de siglos de historia en la institución eclesial, que es difícil borrar de un plumazo. Pero también desaparecieron los Estados Pontificios, los ejércitos del Papa, la tiara y la silla gestatoria .Hoy, en plena selva del ciberespacio, resulta más difícil que nunca guardar secretos, incluso los de sacristía. Quizás la tecnología pueda ser una nueva versión de “luz y taquígrafos” que ayude al Vaticano a purificarse y volver a sus orígenes. Porque la doctrina evangélica no puede ser más clara: “La verdad os hará libres”.
Pedro Miguel Lamet
El alegre cansancio
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