El domingo, después de la asamblea de la Lcwr en St. Louis, las monjas se reunirán con el arzobispo Sartain
FABRIZIO MASTROFINIROMA
Las monjas estadounidenses, por ahora, han elegido mantener un bajo perfil. Ayer comenzó su asamblea anual. El fuerte contraste que están viviendo con la Santa Sede emergió desde las palabras de la inauguración que pronunció su presidenta, la franciscana Pat Farrel, ante sus 900 hermanas. La monja dijo que «el encuentro de este año representa un momento histórico para la vida de esta organización». Sin embargo, después habría caído el silencio. En St. Louis, lugar en el que se está llevando a cabo la asamblea anual de la Leadership Conference of Women Religious (Lcwr) –que representa a 60 mil monjas estadounidenses– están discutiendo sobre la petición vaticana para modificar los estatutos y sobre las críticas a las posturas demasiado “abiertas” solamente en sesiones pequeñas, casi exclusivas. El sábado y el domingo, después de la asamblea, la cúpula de la Lcwr se reunirá y, cuando concluya esta reunión, comenzará el diálogo, en programa, con el arzobispo de Seattle Peter Sartain, encargado por la Congregación para la Doctrina de la Fe para encontrar un acuerdo con las monjas. Cada encuentro exclusivo se lleva a cabo a puertas cerradas, según explicó sor Farrell al inaugurar la asamblea, y tiene un esquema bien definido. Comenzarán con la oración y algunos cánticos, para favorecer el recogimiento espiritual antes de cualquier intercambio de opiniones. Efectivamente, se trata de una situación delicada.
Algunas opiniones fuertes surgieron desde que comenzaron las sesiones de trabajo, como las de sor Joan Chittister, teóloga benedictina muy conocida, que fue presidenta de la Lcwr durante la década de los 80. Chittister recordó que durante aquellos años, la Santa Sede siempre se había mostrado contraria a las opiniones más abiertas de las religiosas estadounidenses, que habían hecho de la paz, de los derechos humanos, y del trabajo social puentes para salir de los conventos y encontrarse con hombres y mujeres de cualquier raza, cultura o religión.
Las diferencias con la Santa Sede, sobre las que se discute en estos momentos, fueron formalizadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe en el documento que se publicó en abril y en el que se estigmatizaba la «prevalencia de temas radicales feministas incompatibles con la fe católica», en muchas iniciativas de la Lcwr. Por este motivo, mons. Sartain fue encargado de llegar a un acuerdo con las religiosas y verificar las dos hipótesis que están en juego: corregir las posturas de las monjas o, de lo contrario, revisar radicalmente sus estatutos. De cualquier forma, para las monjas se trata de un momento de transición muy delicado e importante. Desde abril hasta la fecha las iniciativas de solidaridad a favor de las monjas se han multiplicado, e incluso hubo una marcha de apoyo por parte de un grupo de laicos ante la Nunciatura apostólica de Washington en donde fueron recibidos por el Nuncio, el arzobispo Viganò, que escuchó sus argumentaciones. Ahora, la asamblea de la Lcwr ha llegado a un punto definitivo: se debe encontrar una respuesta ante la postura de la Santa Sede.
En cambio, mañana se llevará a cabo el cambio de guardia. La Lwcr está dirigida por una cúpula que actúa siguiendo una metodología particular: el mandato de la actual presidente, sor Pat Farrel, termina ahora y, aunque asumirá el mando sor Florence Deacon, presidenta electa, Farrel continuará como parte del órgano de gobierno para asegurar una cierta continuidad.
Vatican Insider
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