El cura se Socuéllamos se despide
"Mi misión: mostrar a los hombres el Misterio de Dios y hablar a Dios cada día de los hombres"
Sois muchos los que habéis conocido de manera exhaustiva, desde hace once años, mis trabajos pastorales, las inquietudes culturales, la implicación en todo cuanto he podido, mi familia y mis amigos sois especialmente testigos, creo que soy lo suficientemente trasparente y así he compartido mucho y muy rico con cuantos hemos coincidido en la búsqueda de Aquel en quien creemos.
Sabéis en cuantos momentos de dolor y duelo he estado con vosotros. ¿Con cuantos enfermos he podido experimentar la impotencia y, al mismo tiempo, el gozo de acompañar en silencio o animar con una palabra o un gesto? Sabéis, también, en cuantos acontecimientos de alegría, en la celebración del bautismo o de parejas ilusionadas al santificar su amor en el sacramento del matrimonio, he tenido la suerte de participar de su gozo. ¿Podéis imaginar con cuántas personas me he cruzado y saludado cada día, en cuántas ocasiones he rezado por todo el pueblo, sufriendo y gozando con vuestras grandezas y carencias? Solo Dios lo sabe.
De verdad, creo que nadie puede experimentar la vida, en su totalidad, como la vive un sacerdote. En lo que tiene de dolor y de alegría. Es la misión más hermosa que puede tener un ser humano: mostrar a los hombres el Misterio de Dios y hablar a Dios cada día de los hombres, sus hermanos.
Por eso, cada traslado para mí es como un trasplante, y ya sabéis que cuando trasplantamos un árbol, cuyas raíces crecen en relación a sus ramas, parte de esas raíces quedan para siempre en la tierra que lo acogió y parte de esa tierra se la lleva el árbol consigo al terreno donde será replantado. Cuantos amigos, cuantas confidencias, cuantos proyectos y satisfacciones, cuantas preocupaciones...
Por último, desearía que miraseis al futuro. El Señor está siempre llamándonos, yendo por delante en el camino. Él nunca se marcha. Él es el Buen Pastor que nos da la Vida. Los sacerdotes os servimos "en bandeja" su Vida. Es la caridad de Dios, su Amor hasta la locura, de donde nace la Eucaristía y de la que nace nuestro mutuo amor y nuestro servicio a los pobres y excluidos; nuestra Cáritas. Por eso, creed en el sentido comunitario de la fe y en el testimonio de ese amor en carne viva que comemos, y acoged de corazón a vuestros sacerdotes, que seguirán entregándose generosamente a vuestro servicio.
Un fuerte abrazo y no os digo adiós, sino hasta pronto, porque "el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen". Gracias a todos por todo.
Ángel-Daniel
RD
No comments:
Post a Comment