ISAÍAS 50, 4-7
El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos; el Señor Yahveh me ha abierto el oído.
Y yo no me resistí, ni me hice atrás. Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos. Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
Se trata del "tercer cántico del Siervo". Es la perfecta introducción al relato de la pasión, y la corrección más enérgica a todo sentido externamente triunfal del Reino de Cristo. Y resulta impresionante lo directamente que puede ser aplicado a Jesús en la Pasión. Nos sirve como una perfecta lectura profética de la Pasión, e incluso del drama de la angustia de Getsemaní y del desamparo de la cruz.
El final es más bien desgraciado, contradictorio, parece como ni siquiera Isaías es capaz de aceptar la humillación del Mesías. El triunfo de Jesús es la resurrección, no el reconocimiento exterior de la nación judía, ni de los pueblos del mundo. El triunfo de Jesús es que el Espíritu es en él tan fuerte que le hace capaz de arrostrar la cruz.
FILIPENSES 2, 5-11
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.
Pablo nos da una muestra perfecta de las dos cristologías, ascendente y descendente, en un mismo texto. Partiendo de la preexistencia del Verbo, Pablo hace una teología del anonadamiento de Cristo:
condición divina > kenosis > hasta la cruz
Y al final del texto, partiendo de su condición humana, se eleva hasta la proclamación de su fe:
condición humana > exaltación por Dios > Dios le hace Señor
Influidos por el predominio casi exclusivo de la primera en los textos litúrgicos, corremos el peligro de desacuerdo con la sensibilidad del pueblo cristiano que recupera hoy con fuerza la cristología de "el hombre lleno del Espíritu".
Sería inteligente procurar que los cristianos recuperen la fe en la divinidad de Jesús partiendo de su humanidad. De no recorrer este camino, es más que probable que estemos transmitiendo o admitiendo una concepción divina de Jesús que puede calificarse de mítica. Y es precisamente en la Pasión donde se nos ofrece el test perfecto de nuestra fe en Jesús.
Resumiendo y para no repetir una vez más lo que tantas veces proclamamos: toda cristología que tropiece con la agónica oración de Getsemaní o con el desamparo de la cruz, es sospechosa. Sospechosa de las más vieja tentación de las primeras comunidades: el docetismo y sus consecuencias (por ejemplo, la tan usada y tan peligrosa expresión: "en cuanto Dios" <> "en cuanto hombre").
José Enrique Galarreta, S.J.
Fe Adulta
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