Saturday, April 20, 2013

La formación de un pontífice argentino



La erudición y el sacrificio signaron el camino del jesuita Jorge Bergoglio a Roma; licenciado en filosofía y teología, la educación pública lo marcó
Por Loreley Gaffoglio  | LA NACION

Una vida de acción y apostolado, preparado para un diálogo cultural heterogéneo, moldeado en la reflexión crítica, entrenado para transmitir lo esencial del Evangelio (la inculturación) y dueño de un pensamiento fino y reposado. Y todo eso ejercitado en la introspección del silencio: los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.
Esa metodología que, en palabras del fundador de los jesuitas, logra "examinar la conciencia, meditar, razonar, y contemplar todo para quitar del alma las afecciones desordenadas, los apegos y egoísmos". El fin será siempre el mismo: hallar la voluntad divina en cada cosa, en toda acción humana.
Jorge Mario Bergoglio fue moldeado así en la Compañía de Jesús. Proviene de esa orden disciplinada y evangelizadora, la más vasta del mundo: son unos 20.000 sacerdotes en 127 países que sostienen 3730 instituciones educativas, entre ellas 200 universidades y que rehúsan ocupar cargos eclesiásticos. Incluso a ser nombrados obispos. Quizá lo más paradójico en la formación de Francisco sea que como jesuita se preparó para todo menos para ser Papa, según advierte la biografía Francisco, el papa de la gente (Aguilar), de Evangelina Himitian.
A los votos de pobreza, obediencia y castidad, los jesuitas suman un cuarto voto: el de obediencia incondicional al Sumo Pontífice. Y asumen un quinto compromiso años después de ordenarse: el de autoexcluirse de la conducción eclesiástica. "Es un voto especial por el que se comprometen a rechazar todas las dignidades. Hay dos excepciones: si son enviados a tierras de misión o si media un pedido expreso del Papa, como ocurrió con Bergoglio cuando Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar y él debió salirse del área de obediencia a la Compañía de Jesús", señala Himitian.
Como jesuita, Francisco recibió la educación humanista más extensa de todas las órdenes religiosas: quince años demandó su formación académica, teológica y espiritual hasta que hizo su vocación perpetua. Y fueron once hasta ordenarse sacerdote. Tenía 34 años y había cumplido cada etapa con la disciplina y el ascetismo de una congregación por siglos perseguida por su afán de ilustración. Sin radicarse en un sitio geográfico determinado, su educación supuso pasar de Córdoba a Chile, de allí a la provincia de Buenos Aires y a Santa Fe, y luego a Europa.
Siguiendo los lineamientos tomistas adoptados por los jesuitas, debió obtener primero una licenciatura en Filosofía, más tarde otra en Teología; aprendió seis idiomas (francés, italiano, alemán, inglés, latín y griego), debió ejercer el magisterio, para luego recién poder servir a Dios a través de los hombres. Su ordenación sacerdotal también fue un 13, pero de diciembre de 1969, en el Colegio Máximo, de San Miguel. "El Papa recibió una formación admirable" -dice José María Poirier-. Eso responde a la intuición de Loyola, quien pensaba que su gente necesitaba una extensa formación intelectual y de disciplina, ya que una vez ordenados sacerdotes cada uno de ellos son bastante autónomos".
Todo parece esforzado en los jesuitas: durante los largos años de preparación intelectual, teológica y espiritual, están llamados, además, a enfrentar diferentes niveles de consagración. Los llamanprobaciones (pruebas) y son tres.
"La Tercera Probación, la última, es un año corto, una especie de noviciado después de tantos años de estudio, para recuperar y profundizar la espiritualidad ignaciana -explica el presbítero jesuita Ignacio Pérez del Viso-. Bergoglio la hizo en España, en Alcalá de Henares."
Pero el inicio de todo fue el fervor religioso que le inculcaron a los cuatro años su abuela y las monjas del Jardín de Infantes del Instituto Nuestra Señora de la Misericordia al aprender a rezar. Su educación posterior estuvo signada por la escuela pública, salvo un año, a los 12, en el que fue pupilo, junto con su hermano Oscar, al colegio Vilfrid Baron de los Santos Evangelios, de la obra salesiana de Don Bosco, en Ramos Mejía. Era un alumno aplicado, con primer premio en conducta y otra distinción en Religión y Evangelio. Salvo un mes en que obtuvo un 7, sacó siempre 10 en Religión. Se destacaba, además, en Ciencias Naturales y en Educación Estética, según consta en su boletín de calificaciones.
Pero, contrariamente a lo que podría pensarse, fue la escuela pública la que lo marcó, afirma el periodista Mariano De Vedia, autor de la biografía Francisco. El papa del pueblo (Planeta). "Cursó la primaria en la escuela N° 8 Coronel Cerviño, en Varela 358, y el secundario en la Escuela Industrial N° 12, hoy Escuela Técnica N° 27, donde egresó con el título de técnico químico. Formarse en la escuela pública le dio una dimensión más amplia que la estricta formación religiosa posterior. Fue en ese ámbito donde compartió la práctica del fútbol y el básquet. Y la esfera pública fue también una referencia importante para Bergoglio en su etapa de arzobispo de Buenos Aires", apunta De Vedia.
A los 21 años su vocación sacerdotal se había definido: ingresó en el seminario diocesano de Villa Devoto, entonces bajo la tutela de jesuitas. Sus maestros le inculcaron que la verdadera unidad se halla en la heterogeneidad de lo humano y él soñaba con misionar en Japón. Por ello, al año pasó a las filas de la Compañía de Jesús en el Noviciado de la Sagrada Familia, en Córdoba. Tras dos años y asumir los votos comenzó con su formación humanista y estudios clásicos en Chile. En la comuna rural de Padre Hurtado, además de latín y griego, y de estudiar a Cicerón y a Jenofonte, aprendió el sentido del trabajo. Los seminaristas debían servir la mesa o lavar los platos. Por norma, comían en silencio, luego de escuchar la lectura de una escritura o una reflexión y se levantaban antes del alba.
El joven Bergoglio continuó con su licenciatura en Filosofía en el Colegio Máximo, que entonces albergaba a la Facultad de Humanidades. Ya graduado fue el momento de servir como maestrillo y estrenarse en la faena docente. Entre 1964 y 1965 enseñó Literatura y Psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe. También dictó esas mismas materias al año siguiente en el Colegio del Salvador, de la Capital. Fue allí cuando llevó al aula a Jorge Luis Borges, para impartir un taller de escritura gauchesca. Del taller surgió un concurso de cuentos y del concurso se editó un libro con las producciones de los estudiantes, prologado por el propio Borges, un agnóstico confeso al que Bergoglio no temió introducir entre sus alumnos.
"Amaba la docencia. Mi tío entendía la educación como un espacio interior de reflexión, un lugar de encuentro, con uno mismo y con los demás -cuenta su sobrino Pablo Narvaja-. "Él era la referencia en nuestra familia. Escuchaba, lacónico, sólo daba una señal como guía. Fue siempre un hombre sereno, de una gran vida interior, un lector voraz y un erudito de la obra del historiador y teólogo Romano Guardini", agrega Narvaja.
La etapa casi final de su formación fue su licenciatura en Teología, de regreso en el Colegio de San Miguel. La cursó en tres años y se graduó tras su ordenación sacerdotal. Fue entonces cuando rumbeó a España para volver a los Ejercicios Espirituales, a los 30 días corridos en silencio y a enfrentar la última prueba de su vocación clerical. El 22 de abril de 1973 hizo su profesión perpetua y dos meses después se convirtió en el líder de su congregación en la Argentina. Un mandato con caducidad a los seis años, del que se fue con un sabor amargo.
"Hay tres grandes frustraciones en la vida de Bergoglio que de algún modo alcanzaron un cierre el día en que fue elegido Papa -dice Himitian-. La primera fue no haber podido misionar en Japón cuando tenía 22 años. Las autoridades de la Compañía de Jesús le dijeron que no a causa de su deficiencia pulmonar. ¿Por qué Dios le había dado un alma misionera y no la salud para cumplirla? La segunda fue no haber logrado evitar que la Compañía de Jesús se dividiera durante su conducción, en años de dictadura militar, en los que una facción de los jesuitas pugnaba por alinearse con la Teología de la Liberación y enrolarse en la lucha armada y otro grupo defendía que la Compañía siguiera siendo una orden de educadores. La tercera frustración fue no haber podido completar su tesis doctoral en Alemania, ya que cuando estaba en ese país realizando la investigación sobre Guardini, su teólogo de cabecera, sus autoridades en la Argentina lo convocaron y le ordenaron abandonar esos estudios para abocarse a una misión urgente: ser confesor en una pequeña iglesia en Córdoba. Muchos dicen que fue un castigo impuesto por las nuevas autoridades de los jesuitas."
Los años siguientes fueron clave para la formación de ese corazón de pastor que lo convertiría en un líder espiritual tan distinto a otros, tan cercano a la gente. Aquellos años de virtual destierro, en los que fue confesor de una pequeña parroquia, alimentó a los cerdos en la obra de San Miguel y hasta se encargó de servir la comida en comedores infantiles, Bergoglio hizo su "máster" en pastorado, detalla la biografía de Himitian. Fue ahí cuando se enamoró de la gente, de los pobres, de los desposeídos.
Al día siguiente del nombramiento, en su reencuentro con los cardenales, muchas heridas del pasado parecieron cerrarse. Romano Guardini, aquel teólogo que inspiró su malograda tesis de doctorado, también estuvo allí. "Tal vez la mitad de nosotros está ya en la vejez -les dijo a los cardenales en el último encuentro en la Capilla Sixtina tras el cónclave-. La vejez es, me gusta decirlo así, la sede de la sapienza de la vida. Donémosles esta sabiduría de la vida a los jóvenes. Me viene en mente aquello que un poeta alemán decía sobre la vejez: el tiempo de la tranquilidad y de la oración". Francisco estaba hablando de Guardini, con los ojos cargados de emoción
La Nación

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