Homilía en Castel Gandolfo ante una plaza abarrotada por la Asunción
"María sostiene a los cristianos en el combate
contra las fuerzas del mal"
El papa Francisco dijo hoy que la Iglesia vive en la historia continuamente las pruebas y los retos que comporta "el conflicto entre Dios y el maligno" (...) y María "lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal".
El papa Francisco se trasladó hoy en automóvil a la localidad de Castel Gandolfo, situada a una treintena de kilómetros de Roma, para presidir la solemne misa de la Asunción de la Virgen.
El altar fue colocado, bajo una carpa blanca, en la puerta de la Villa Pontificia y el papa argentino celebró la Eucaristía en la mismaplaza abarrotada de paisanos, fieles y feligreses, que lo aguardaban bajo un fuerte sol desde primeras horas de la mañana.
Antes de celebrar la Eucaristía, Jorge Mario Bergoglio hizo una visita privada a las monjas del monasterio de clausura de las Clarisas de la localidad.
Durante la homilía, el papa se centró en tres palabras relacionadas con la Virgen "que siempre nos acompaña, que siempre está con nosotros": lucha, resurrección y esperanza.
La figura de la mujer -dijo-, que representa a la Iglesia, aparece "por una parte gloriosa, triunfante, y por otra con dolores".
"Así es en efecto la Iglesia: si en el Cielo ya participa de la gloria de su Señor, en la historia vive continuamente las pruebas y desafíos que comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre", señaló.
Explicó que la Virgen ha entrado definitivamente en la gloria del cielo, pero nos acompaña, lucha con nosotros, "sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal".
La oración con María, en especial el Rosario, tiene también esta dimensión "agonística", es decir, de lucha, "una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices", añadió.
Y preguntó a los presentes: "¿Rezáis el Rosario todos los días?" "¿Seguro?".
Después habló de la resurrección "porque María ha conocido también el martirio de la cruz, ha vivido la pasión del Hijo hasta el fondo del alma".
"Ha estado completamente unida a él en la muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección", señaló.
En cuanto a la tercera palabra, la esperanza, Bergoglio sostuvo que "es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor".
El papa se dirigió a los fieles con ímpetu e improvisó: "No os dejéis robar la esperanza. Es un don de Dios".
Los habitantes de Castel Gandolfo, donde se ubica la residencia estival de los papas, recibieron con especial interés al papa Francisco que ha decidido no trasladarse durante el verano a esta localidad bañada por el lago volcánico de Albano, sino quedarse en el Vaticano para trabajar.
El obispo de Albano, Marcello Semeraro, aseguró que el hecho de que Franciscocelebrase la misa en la plaza del pueblo y no en la iglesia parroquial "es un motivo de gran afluencia de peregrinos al pueblo y otorga un tono mayor de universalidad".
"El papa celebra en Castel Gandolfo, pero celebra para la Iglesia y para todos nosotros", dijo el obispo.
Texto completo de la homilía del Santo Padre:
Solemnidad de la Asunción de la Virgen MaríaCastel Gandolfo, 15 de agosto de 2013Queridos hermanos y hermanasEl Concilio Vaticano II, al final de la Constitución sobre la Iglesia, nos ha dejado una bellísima meditación sobre María Santísima. Recuerdo solamente las palabras que se refieren al misterio que hoy celebramos. La primera es ésta: «La Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo» (n. 59). Y después, hacia el final, ésta otra: «La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (n. 68). A la luz de esta imagen bellísima de nuestra Madre, podemos considerar el mensaje que contienen las lecturas bíblicas que hemos apenas escuchado. Podemos concentrarnos en tres palabras clave: lucha, resurrección, esperanza.El pasaje del Apocalipsis presenta la visión de la lucha entre la mujer y el dragón. La figura de la mujer, que representa a la Iglesia, aparece por una parte gloriosa, triunfante, y por otra con dolores. Así es en efecto la Iglesia: si en el Cielo ya participa de la gloria de su Señor, en la historia vive continuamente las pruebas y desafíos que comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre. En esta lucha que los discípulos de Jesús han de sostener - nosotros, todos nosotros discípulos de Jesús debemos afrontar esta lucha - María no les deja solos; la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros, siempre, camina con nosotros siempre. También María participa, en cierto sentido, de esta doble condición. Ella, naturalmente, ha entrado definitivamente en la gloria del Cielo. Pero esto no significa que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. La oración con María, en especial el Rosario, pero escuchen bien, el Rosario, ¿eh? - ¿Ustedes rezan el Rosario todos los días? (....sí la gente responde) - (Bueno no sé dice el Papa sonriendo, ¿seguro?).... tiene también esta dimensión «agonística», es decir, de lucha, una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices.La segunda lectura nos habla de la resurrección. El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, insiste en que ser cristianos significa creer que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos. Toda nuestra fe se basa en esta verdad fundamental, que no es una idea sino un acontecimiento. También el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma se inscribe completamente en la resurrección de Cristo. La humanidad de la Madre ha sido «atraída» por el Hijo en su paso a través de la muerte. Jesús entró definitivamente en la vida eterna con toda su humanidad, la que había tomado de María; así ella, la Madre, que lo ha seguido fielmente durante toda su vida, lo ha seguido con el corazón, ha entrado con él en la vida eterna, que llamamos también Cielo, Paraíso, Casa del Padre.María ha conocido también el martirio de la cruz: el martirio de su corazón, el martirio del alma. Ella ha sufrido tanto en su corazón, mientras Jesús sufría en la cruz. Ha vivido la pasión del Hijo hasta el fondo del alma. Ha estado completamente unida a él en la muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección. Cristo es la primicia de los resucitados, y María es la primicia de los redimidos, la primera de «aquellos que son de Cristo». Es nuestra Madre, pero también podemos decir que es nuestra representante, es nuestra hermana, nuestra primera hermana, es la primera de los redimidos que ha llegado al cielo.El evangelio nos sugiere la tercera palabra: esperanza. Esperanza es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor. Hemos escuchado el canto de María, el Magnificat es el cántico de la esperanza, el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es el cántico de tantos santos y santas, algunos conocidos, otros, muchísimos, desconocidos, pero que Dios conoce bien: mamás, papás, catequistas, misioneros, sacerdotes, religiosas, jóvenes, también niños, abuelos y abuelas, que han afrontado la lucha por la vida llevando en el corazón la esperanza de los pequeños y humildes. María dice: «Proclama mi alma la grandeza del Señor», así canta hoy la Iglesia y lo hace en todas partes del mundo. Este cántico es especialmente intenso allí donde el Cuerpo de Cristo sufre hoy la Pasión, donde está la cruz para nosotros cristianos está la esperanza, siempre. Si no está la esperanza nosotros no somos cristianos, por esto a mí me gusta decir ¡no se dejen robar la esperanza! ¡Que no nos roben la esperanza porque esta fuerza es una gracia, un don de Dios que nos lleva adelante mirando el cielo! Y María está siempre allí, cercana a esas comunidades que sufren, a esos hermanos nuestros, camina con ellos, sufre con ellos, y canta con ellos el Magnificat de la esperanza.Queridos hermanos y hermanas, unámonos también nosotros, con el corazón, a este cántico de paciencia y victoria, de lucha y alegría, que une a la Iglesia triunfante con la peregrinante, nosotros; que une el cielo y la tierra, nuestra historia y la eternidad.
(RD/RV/Agencias)
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