Le llamaban el padre de los pobres. Formaba, junto a los también obispos Arns, Camara, Méndez Arceo o Casaldáliga, el ramillete de los prelados sin mitra. Obispos del y para el pueblo.
El cardenal Aloisio Lorscheider, defensor de los más humildes y luchador de la libertad, murió el pasado día 23 (un día antes del nacimiento de Cristo al que entregó toda su vida), a los 83 años, por parada múltiple de órganos.
Era una de las grandes personalidades de la Iglesia latinoamericana y mundial. Reconocido por todos, incluso por los líderes de los sectores más conservadores de la Iglesia. No en vano pudo suceder al mismísimo Pablo VI al frente de la Iglesia universal. Tanto fue así que cosechó muchos votos en los dos cónclaves en los que participó. De hecho, en 1978, aglutinó los votos de los grandes electores del Tercer Mundo en torno al perfil de un «Papa pastor». Un perfil que encarnaba a la perfección Albino Luciani. Y el Patriarca de Venecia accedió al trono de Pedro con el nombre de Juan Pablo I. Y, más tarde, confesaría que su voto había sido para Lorscheider.
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