Por Gabriel González del Estal
1.- Hoy, mejor que nunca, sabemos que no son los papeles, ante el juzgado o ante el altar, los que garantizan la vida estable de una familia. Los papeles se rompen, o se anulan, o simplemente se les ignora. Realmente, lo que hace que una familia dure es que dure el amor. Hoy día hemos perdido, sobre todo los jóvenes, el respeto que había antaño a lo legalmente establecido. El joven de hoy no suele hacer las cosas por el simple hecho de que así estén establecidas. Quiere sentirse libre ante cualquier clase de autoridad secular o religiosa.
Hace lo que cree que realmente es mejor para él en cada momento. Esto hace que la familia actual sea socialmente más frágil y más inestable que la familia tradicional. En este contexto, sólo el amor puede salvar a la familia.
Por eso, cuando hablamos de familia debemos hablar más de amor que de papeles o de requisitos legales. A mayor libertad se exige mayor compromiso y el compromiso libre y responsable de formar una familia sólo puede sostenerse y cimentarse en un verdadero amor. Que, por supuesto, es mucho más que el enamoramiento o la pasión. El matrimonio cristiano, de hecho, sólo puede cimentarse en el amor cristiano.
2.- Al que honra a sus padres el Señor le escucha. Todos los consejos que nos da, en este texto, el autor del Eclesiástico pueden resumirse en el mandamiento del amor mutuo entre todos los miembros de una familia. Son consejos que tenían valor en el siglo segundo antes de Cristo y que siguen teniendo valor ahora. Si hay amor mutuo entre padres e hijos, la familia saldrá adelante aún en los peores momentos.
Hoy quizá los dos problemas mayores de la familia actual sean acertar en la educación de los hijos y atender debidamente a los padres ya ancianos. Las dos cosas son realmente hoy más difíciles que en otros tiempos. Porque los hijos exigen más libertad cuando aún son muy jóvenes y, por otro lado, estos mismos hijos tienen demasiadas ocupaciones y compromisos cuando los padres son ya ancianos. Una vez más decimos que, si no hay verdadero amor mutuo entre padres e hijos, la familia se agrietará al principio y al final. Amor que exige el cumplimiento de todas las virtudes de las que nos habla San Pablo en la segunda lectura que ahora comentamos.
3.- Sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión... y, por encima de todo, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. El mejor comentario que podemos hacer a estas frases es meditarlas con atención y calma.
Casi todas las frases de este texto son absolutamente actuales, lo de la autoridad del marido sobre la mujer es simple reflejo y traducción de las costumbres y leyes de aquel momento. Si practicamos las virtudes que aquí nos recomienda San Pablo, la paz de Cristo actuará de árbitro en el corazón de cada uno de los miembros de la familia y, consecuentemente, en la vida de la familia entera.
4.- José, coge al niño y a su madre y huye a Egipto. A mí me resulta imposible leer esta frase y no pensar en el drama humano de la emigración, en nuestro tiempo. José y María tuvieron que huir a Egipto para salvar la vida de su hijo.
Hoy son muchos los jóvenes que tienen que abandonar su país para salvar su propia vida y para intentar asegurar la vida de sus padres. Los que estuvimos algunos años en Alemania para ayudar a los emigrantes españoles conocemos las innumerables dificultades que estos tenían que vencer para ganar, con muchísimo esfuerzo, unos pocos marcos y ayudar desde allí a sus padres pobres.
No es demagogia ninguna decir que es un auténtico deber cristiano ayudar, en la medida de nuestras fuerzas, a los inmigrantes extranjeros. Denunciar a todos los Herodes que pretenden aprovecharse de ellos y explotarlos; mostrarles siempre nuestra mano tendida para que encuentren un poco menos dura y difícil su permanencia entre nosotros. Sin caer en simplificaciones fáciles, ni en utopías irrealizables, que es lo mismo que decir que debemos actuar siempre con caridad cristiana y con justicia salvadora.
De Betania.es
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