Decía Antonio Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar, al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a cruzar.” La voz de Serrat hizo popular estos versos creo recordar que a finales de los setenta. En ese camino llevamos los cristianos muchos años y seguimos en él este domingo de la Sagrada Familia.
Por mi pequeño blog han caído algunos comentarios que hablan de otras realidades familiares. Claro que sí, las muestras a lo largo de la historia son innumerables. Pero todos tenemos en mente lo que desde tiempos del derecho romano, se entiende por familia. De hecho hasta hace bien poco, las posibilidades eran muy limitadas. Podías ser hijo de madre soltera, de viuda o viudo. Pero tenías padre y madre, aunque no los conocieses. Ahora, ya es otra cosa. Pueden haber uniones del mismo sexo, a las que el derecho civil ha regalado el nombre de familia.
“Será una rosa o será un clavel, al mes de mayo te lo diré”. Aunque algunos estén pensando más a corto plazo, concretamente en marzo. Pues eso que no se sabe que va a ser podría reflejar ese nuevo experimento que nuestra sociedad va a ensayar con la adopción de niños por parejas homosexuales. No me dirán que el tema se las trae. Yo vuelvo a insistir con la venia de los gay, que no estoy por la labor de callar frente a ese hecho. Llámenme lo que quieran, pero creo que preservar el derecho del niño a tener un padre y una madre, es de sentido común.
Y en esas están los obispos y también los cristianos, sin tener que dejar de hablar o trabajar con homosexuales conocidos. Siempre los hubo y siempre los habrá. Ellos están en su derecho a separarse de la práctica religiosa si consideran que no pueden ser fieles al estilo de vida que propone la Iglesia católica. Pero lo cierto es que hay un afán verdaderamente preocupante por querer ser considerados iguales en todos los sentidos y en todos los ámbitos de la sociedad. De manera que se está levantando una verdadera caza de brujas contra quienes no opinan lo mismo.
Me preocupa los linchamientos, aunque sean verbales, hacia personas e instituciones que no se manifiestan a favor del lobby gay. Han invertido miles de millones para dejar entrar su pensamiento en la sociedad. Si contabilizáramos la cantidad de películas, libros y otro tipo de material que publicita no ya la homosexualidad, sino la bisexualidad, nos quedaríamos de una pieza. Hagan un repaso de sus recuerdos y de la cantidad de personajes de la vida pública que están en el tema.
Soy consciente que desean asumir con naturalidad su condición y que les molesta no ser vistos como una pareja de heterosexuales. Se sienten mal y quieren que toda la sociedad asuma su condición como una variante más de la sexualidad humana. Yo no voy a entrar en terreno de especialistas, bien sean psiquíatras, sexólogos o psicólogos. Pero en principio respetando el derecho a amar a otro ser, con independencia de su condición sexual, no creo adecuado educar en esa ideología.
Me parece que un niño debe seguir un proceso normal. De hecho todos los homosexuales han formado parte de una familia heterosexual, pues ese principio debe seguir imperando. Nadie puede considerar como derecho la privación de una familia compuesta por un hombre y una mujer. Mal haría la sociedad en dejar campo libre en un terreno en el que se está experimentando con un ser inocente, como lo es en principio un niño.
Dicho esto, que seguramente me volverá a clasificar de homófoba y llevará mis palabras a algún foro de homosexuales, como ya sucedió en otras ocasiones. Sólo me resta decir la frase de siempre: Dios bendiga a los gay y que la jurisprudencia defienda a los niños.
Carmen Bellver
Católica, laica, convencida de que la fe libera y humaniza al individuo. Diplomada en Ciencias Humanas, Maestra de Audición y lenguaje, ejerce la docencia en un Centro público.
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