Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo". José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: Llamé de Egipto a mi hijo. Herodes se enojó muchísimo cuando se dio cuenta que los Magos lo habían engañado, y fijándose en la fecha que ellos le habían dicho, ordenó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y sus alrededores. Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Jeremías: En Ramá se oyeron gritos, grandes sollozos y lamentos: es Raquel que llora a sus hijos: éstos ya no están, y no quiere que la consuelen.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Hay algo en el asesinato de estos niños que sacude nuestra fe. ¿Cómo pudo Dios permitir que estos inocentes e indefensos niños fueran muertos por personas malvadas, cuando todas sus vidas estaban por delante? Hace tres años vimos la masacre de cientos de niños en Besian, y vimos sus padres y familiares angustiados e iracundos. Nos recuerda los Salmos de ira y protesta (Salmo 94):
"¿Hasta cuándo, Señor, esos malvados, hasta cuándo los malvados triunfarán? Hablan mal, dicen insolencias, se jactan todos esos malhechores.
Pero el Señor es para mí una ciudadela, mi Dios es la roca donde me refugio. Hará que sobre ellos recaiga su maldad, y los aniquilará su propia malicia: El Señor, nuestro Dios, los aniquilará."
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