En 2Re 5,1-15a, se nos menciona la curación de un extranjero: Naamán. Muchos leprosos había en Israel, sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.
Con el salmo 41 digamos “Mi alma tiene sed del Dios vivo.
¿Cuándo veré el rostro de Dios?
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me conduzcan hasta tu monte santo”.
Según nos dice san Lucas (4,24-30), Jesús, al igual que Elías y que Eliseo, no ha sido enviado, únicamente a los judíos.
Los privilegios del banquete de Dios son gratis, pero la gratuidad nos ha de hacer generosos, todo ser humano, los vecinos, incluso al que tengo como enemigos, son destinatarios de la gracia.
Radio Vaticano
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