En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."" Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."" Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."" Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Junto a nuestro deseo por servir a Dios y por vivir como Jesús, se nos presentarán tentaciones, como se le presentaron a Jesús.
Fué tentado al abandono de su misión; a usar todo su poder en su provecho, y a confiar solamente en sí mismo.
Nuestras tentaciones pueden ser diferentes; pero la realidad es la misma.
Encontraremos formas, en las que atracciones, diferentes al camino de Jesús, nos pedirán toda nuestra atención y actividad.
Conocemos a Jesús como uno que conoce la realidad de la tentación.
La parte de nosotros que desea seguir fielmente a Jesús puede ser fortalecido en la oración.
De Espacio Sagrado
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