Me dijiste “eres un sol”. Pero yo ya lo sabía sin mirarme al espejo.
Me había mirado en ti. Me había mirado en los reflejos del mundo.
La iluminación no viene de fuera.
Pues el sol estaba allí desde siempre. Mi paciencia y mi devoción, el sentarme sobre una piedra a esperar con el corazón atento hizo que se apartaran las nubes y lo viera resplandecer.
¡Pero hoy todos andan con tanta prisa!
Pedro Miguel lamet
El alegre cansancio
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