Thursday, May 28, 2009

El Pentecostés de Ecclesia Digital


Colaboraciones especiales de Ángel Moreno de Buenafuente sobre los Siete Dones del Espíritu Santo

IV. Don de Fortaleza

El don de Fortaleza “es fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad”.
Resulta sorprendente que en las lecturas del VII miércoles de Pascua, san Pablo nos advierta: “Tened cuidado”, “estad alerta”, a la vez que apela al testimonio de su fortaleza y fidelidad en la enseñanza que ha mantenido con los fieles de Éfeso: “Acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular” (Act 20, 31).

Si siempre es necesaria la fortaleza, mucho más en tiempos de intemperie. El apóstol nos asegura que nos deja en las “manos de Dios y de su palabra”. El salmista pide: “Oh Dios, despliega tu poder, tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro”. Pero es sobre todo la oración de Jesús ante su Padre la que nos debe llenar de confianza en el combate posible contra las asechanzas de los enemigos.

“Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. No te ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. Como Tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo” (Jn 17, 11.15-16).

No estamos arrojados a la intemperie, aunque se nos pide la fortaleza. El Señor ha previsto el auxilio para la lucha contra el mal. Tener fortaleza no es sólo hacer un ejercicio de voluntad, aunque el dominio propio ayuda a resistir. Se trata de actuar con la fuerza que nos viene de lo alto.

En tantos momentos no se explicaría nuestro deseo de retornar a la fidelidad, ni nuestra resistencia ante las contrariedades si no fuera por la gracia. En muchas ocasiones, en las que hemos sufrido la prueba del despojo afectivo, familiar, de salud, hemos reconocido la sorpresa que nos producía la capacidad para resistir en la encrucijada. La razón es el don de Fortaleza, que el Espíritu, fiel a la súplica de Jesús, nos concede.

“Mirad una cosa que se me ofrece ahora y viene a propósito para los que de su natural son pusilánimes y de ánimo flaco, que por la mayor parte serán mujeres, y aunque en hecho de verdad su alma haya llegado a este estado, su flaco natural teme. Es menester tener aviso, porque esta flaqueza natural nos hará perder una gran corona. Cuando os hallareis con esta pusilanimidad, acudid a la fe y humildad y no dejéis de acometer con fe, que Dios lo puede todo, y así pudo dar fortaleza a muchas niñas santas, y se la dio para pasar tantos tormentos, como se determinaron a pasar por El” (SANTA TERESA DE JESÚS, Concepto de Amor de Dios 3, 5).


“Ven, Espíritu Santo, derrama sobre nosotros el don de FORTALEZA”.

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