Por José María Maruri, SJ
1.- No pocas veces la gente sencilla al preguntarles si saben quien es la Santísima Trinidad contestan con orgullo:
--Pues, claro, San José, la Virgen y el Niño…
Y esto no deja de ser una respuesta que corresponde a una necesidad imaginativa del ser humano. Porque, entendamos lo que entendamos, al Padre le tenemos bien definido como el respetable primer inquilino del cielo, ya mayor, y por eso le ponemos barbas blancas. El Hijo, al fin y al cabo es uno de los nuestros más o menos (más bien menos) sabemos quién es. Pero del Sr. Espíritu Santo, con eso del fuego, del soplo y de la paloma, no sabemos dónde ponerlo a no ser en la azotea. Y creo que esto ha dificultado mucho nuestra relación con esta persona maravillosa y olvidada con la que convivimos día a día porque en realidad de verdad es el “dulce huésped del alma”.
2.- El Señor Jesús nos dejó dicho que por Él renacemos a la vida y al Reino: “el que no nazca de agua y Espíritu…”
--que una vez nacidos y en sus brazos Él nos enseña a llamar a nuestro Padre Dios “Abba, Padre…” y nos lo hace repetir hasta que lo aprendamos: “Hemos recibido el Espíritu de adopción por el que clamamos…”
--que el Espíritu Santo repasa con nosotros las lecciones que el Señor Jesús nos dejó dichas, y nos las aclara: “Él os enseñará y recordará…”
--que porque sabía que éramos un poco miedicas nos a enviar ese Espíritu Paráclito, consolador, en cuyo regazo ocultaremos la cara en momentos de susto y miedo: “Enviará el Paráclito, no se acobarde vuestro corazón…”
--que porque nos sabía soberbios y débiles, y que alguna vez en la vida nos podríamos enfrentar con nuestro Padre Bueno, el Espíritu Santo nos iba a perdonar nuestros pecados reconciliándonos con el Padre: “Recibid el Espíritu Santo a quien le perdonéis los pecados…”
¿Me queréis decir el nombre que damos nosotros al ser que nos dio la vida, que nos enseñó a llamar papá a nuestro padre, que en sus brazos nos enseño tantas cosas, a cuyo regazo tantas veces corrimos asustados por algún ruido o sombra extraña, que tantas veces nos reconcilió con el padre y que hasta su muerte trató de mantener unidos a los hermanos?
3.- A la Iglesia la llamamos la Santa Madre Iglesia porque en ella recibimos por el bautismo la vida sobrenatural
**porque nos transmite la oración de Jesús en la que llamamos Padre a Dios
**porque como niños el camino de la fe
**porque con los sacramentos nos alimenta como la madre que da de comer al niño.
**porque en ella nos reencontramos siempre con nuestro tantas veces ofendido Padre Dios por medio de la reconciliación sacramental.
**porque ella nos une en uno a todos, hijos de muchos pueblos y naciones: “Bautizados en un solo9 Espíritu para formar un Cuerpo.
**porque siendo todos miembros y hermanos en un mismo cuerpo íbamos a permanecer unidos alrededor y en ese Espíritu Santo.
4.- Y, sin embargo, no es la Madre Iglesia la que nos da vida, no es la que nos enseña en lo hondo del corazón, no es la que nos alimenta con los sacramentos, no es la que nos reconcilia, que un día como hoy vino a constituir esa Madre Iglesia.
No estoy proponiendo que de ahora en adelante digamos en lugar de Padre, Hijo y Espíritu Santo, Padre, Hijo y Madre, sino que bajo ese símbolo nada escriturístico, ni teológico, pero más cercano a los no sabemos de “tologias”, como diría Sancho Panza, nos acerquemos al Espíritu de Dios con esos sentimientos filiales de los que nos sabemos engendrados por Él, enseñados pacientemente por Él, acogidos en perdón por Él, hermanados a todos los hombres en Él…
No comments:
Post a Comment