Friday, May 29, 2009

El desvarío del catolicismo “oficial”

29-Mayo-2009 José Ignacio Calleja

D. Antonio Cañizares, unos de los Cardenales Prefectos como es sabido, aseguró ayer que no son comparables los casos de abusos a menores ocurridos en Irlanda en el seno de escuelas católicas con la ‘destrucción’ de 40 millones de vidas humanas a través del aborto: “No es comparable lo que pueda haber ocurrido en Irlanda (…) con lo que está ocurriendo en el aborto. Más de 40 millones de seres humanos destruidos legalmente, cuando la legislación tendría que apoyar el derecho y la justicia“. Hoy ha ordenado sus ideas y aclarado su pensamiento.


Yo le creo en sus buenas intenciones, pero no tiene remedio. Y lo siento porque lo estimo. Mañana volverá a decir otra barbaridad al intentar la valoración moral de la vida y sus problemas. ¿Por qué? Porque cuando te sumerges en la convicción de que obedeces a la verdad natural de la cosas, y esto como obediencia a Dios, ya no tienes que contrastar tu valoración ética con nadie ni sospechar de tus ideas más queridas. No es un problema de conservadurismo intelectual o social, sino de pensamiento ético sin método, ni interlocutores. ¿Para qué necesitamos un método teológico y moral si tenemos la verdad eterna y a ella sacrificamos nuestra vida? O sea, a nosotros mismos. Pena.


Y salvando las distancias en rango eclesial y valor de las palabras, hoy le acompaña esta perla del pensamiento “católico”: “Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal”, escribe en una tribuna titulada “La violación, ¿fuera del Código Penal?” Ricardo Benjumea, redactor jefe de Alfa y Omega, la publicación del Arzobispado de Madrid que cada jueves se distribuye en los kioscos.


Y no pasa nada. Ellos nos representan y son el catolicismo “oficial”. Cuando les escucho, me pregunto cómo tomar en serio ese catolicismo que los respalda.


Todos nos equivocamos. Yo, desde luego, mucho. Pero por eso mismo reclamo escuchar a otros y discernir con ellos. Casi siempre más que aclararnos en qué decir, urge saber si estamos en condiciones personales de decir algo sensato y cristiano. Pena.


José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete
Profesor de Moral Social Cristiana
Vitoria-Gasteiz

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