Tuesday, July 21, 2009

Algo para pensar y orar en esta semana


Para una madre con su bebé, el trabajo de cuidarlo es constante, no tiene horarios y es de día y de noche. Pero incluso el trabajo de una madre parece liviano, al compararlo con el cuidado de los ancianos y de los incontinentes. Una madre maneja el cuerpo precioso y promisoria de su bebé, y es premiada con la confianza y ocasionales sonrisas. Pero cuando llegamos a viejos, nuestros cuerpos se derrumban, nuestros controles fallan y no somos fáciles para recibir ayuda. Somos orgullosos, avergonzados y enojados al vernos tan impedidos. Las sonrisas no salen con facilidad. Sin embargo, a lo largo de este mundo existen esposas, maridos, y otras y otros cuidadores, cuya diaria labor se centra en la limpieza de sus seres queridos. "Vuestro padre, que vé en lo secreto, te lo premiará" (Mateo 6:6).

Es una doctrina que no está de moda. Tomás A Kempis (recuerdan la Imitación de Cristo?) nos impulsaba a "disfrutar de ser desconocido y mirado como un nadie". Estaba alabando la capacidad de persistir contra el tedio, a sobrevivir sin el oxígeno del reconocimiento, de la alabanza y del agradecimiento, para realizar obras buenas cada día, las que sólo son vistas por Dios. Estos cuidadores están entre las personas más heroicas del mundo.
Espacio Sagrado

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