Monday, July 27, 2009

Construir una Iglesia sin barreras


Marina de Miguel) “Eres amado por Dios tal y como eres…”. “Tenéis un sitio privilegiado en la Iglesia”. Estas palabras, que Pablo VI dirigió a las Comunidades Fe y Luz (creadas en torno a personas con discapacidad intelectual) en 1975, constituyen uno de los retos más importantes que tiene hoy en día la Iglesia: la plena y verdadera integración de todos sus miembros. En ello se está trabajando, con gran implicación de los laicos, por cierto, aunque de vez en cuando asomen a las páginas de la actualidad gestos y actitudes por parte de algunos que evidencian que todavía quedan barreras físicas y mentales que superar.

Según Liliana López, presidenta de la Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (Frater), “uno de nuestros lemas es que nuestras capacidades superan nuestras limitaciones, pues sabemos que éstas se superan en la medida en que hacemos algo por lo demás”. Enmarcada en el Apostolado Seglar e integrada en la Acción Católica, esta fraternidad asume la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo de la enfermedad y la discapacidad física.
Desgraciadamente, señala la presidenta, la labor que realizan a menudo choca con “actitudes paternalistas” que entorpecen el progreso. “Se tiende a creer que somos personas que necesitamos atención y que no podemos prestarla. En la Iglesia, aún seguimos insistiendo para que nos miren en el mismo plano de igualdad que al resto de los fieles, no en el plano de asistidos”, reconoce. Ante esto, el trabajo de la Frater consiste en realizar acciones dirigidas a “cambiar las mentalidades”.

Luis García, presidente de Ciegos Españoles Católicos Organizados (CECO), sostiene que la integración depende tanto de la propia persona como del resto de los miembros de la Iglesia. “Intentamos convencer al ciego para que no tenga miedo de hacer en público lo que sabe, y a la Iglesia, de que esta persona es un miembro más. Puede ser un buen lector, un buen catequista o alguien que trabaje en Cáritas”. Uno de los aspectos de los que se ocupa desde su creación en 1994 es de facilitar la participación activa en la vida parroquial. Para ello convierten, a través del ordenador, las lecturas dominicales del Evangelio al braille. En la misma línea, García ve interesante pasar a este código o grabar en un archivo de audio todos los documentos sobre los que se apoya la formación de un cristiano.“En el problema religioso, España está a la cola. Contar con la ONCE ha sido una ventaja en muchos aspectos, pero también ha retrasado la toma de conciencia de la importancia de organizarse para favorecer la integración de las personas con esta discapacidad en la Iglesia”, reconoce.

En el caso de las personas sordas, la comunicación resulta crucial para que puedan realizar su misión evangelizadora. “Las personas sordas no pueden integrarse si la comunidad no es abierta y libre de barreras comunicativamente”, añade al respecto Juan Ramón Jiménez Simón, responsable de esta pastoral en la Archidiócesis de Sevilla. “No basta estar juntos para estar integrados”, matiza el sacerdote sordo Agustín Yanes Valer, nombrado por el Papa Prelado de Honor en 2008 en reconocimiento a su gran labor. Desde hace muchos años, Yanes celebra la misa en lengua oral y, al mismo tiempo, en lenguaje de signos, igual que la homilía. Las lecturas las hacen personas sordas en lenguaje de signos y, al lado, un oyente pone la voz para que así el mensaje llegue a todos.

Para hacer frente a la historia de segregación que han padecido las personas con discapacidad mental, Fe y Luz sitúa a este colectivo en el corazón mismo de las comunidades que funda. Para que haya una participación real, más que dificultades, Miguel Reyes, coordinador de una de las dos provincias en las que se ha dividido la agrupación en España, ve una serie de exigencias, resumidas en la adaptación a sus peculiaridades para que puedan crecer en su experiencia de creyentes. “Es preciso una sensibilidad que posibilite el acompañamiento de todas las personas para un mayor crecimiento en la fidelidad de las exigencias evangélicas”. Y, como retos, tanto de las Comunidades Fe y Luz como de toda la Iglesia, enumera una vida interior personal anclada en la búsqueda del deseo de Dios sobre cada uno; una vida comunitaria que viva el Amor fraterno como lugar de encuentro misterioso pero real con el Amor de Dios a cada persona; un anhelo de testimoniar al Señor…

Más información en el nº 2.670 de Vida Nueva

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