Tuesday, March 08, 2011

Ante el machismo y la injusticia, Educación


Es una pena, que en pleno S.XXI, haya que recordar todos los 8 de marzo (día internacional de la mujer) que no todos somos iguales. No dudo del valor de estos días conmemorativos, pues sus objetivos: concienciar, denunciar o presentar una realidad son necesarios en una sociedad en la que cada uno va a lo suyo, a ratos insolidaria, muchos días egoísta, y mayormente injusta.

Toda discriminación es innecesaria y cruel, todo acto de violencia es denunciable. Y, lamentablemente, existe discriminación y violencia de todo tipo. Para mí, todas igual de injustas. Pero uno que ha estudiado Historia, no entiende ni comprende cómo, (aun habiendo personajes femeninos muy relevantes en todas las épocas y campos de la vida), prácticamente desde que el Hombre pisó el planeta vivimos en un mundo machista y donde la mujer, en general, ha sido ninguneada y tratada como un ser inferior.


Uno puede pensar que en determinados lugares de África y Asia que millones de niñas sufran la ablación, que haya mujeres que no puedan mostrar su rostro, que más de una es lapidada por no ser fiel o que su fin en la vida sea únicamente procrear, es causa de una cultura subdesarrollada. Puede que sí. Pero no hay que irse muy lejos para descubrir que la violencia de género, la discriminación laboral y salarial, la esclavitud en el hogar familiar o el sexismo está presente en nuestras ciudades, puerta con puerta y todos los días.

Personas que por su género, parece que no pueden trabajar de lo que quieran, sino en lo que le dejan. Mujeres que tienen que sacrificar lo más grande, su maternidad, en pos de una carrera profesional muchas veces superando barreras y obstáculos que el hombre no encuentra. ¿Alguien duda que una mujer embarazada, en muchas empresas, es un problema?



No quería valorar hoy el origen y las causas para entender dicha discriminación, ya sean éstas teológicas, sociales o económicas. Porque lo que me preocupa hoy es cómo podríamos eliminar este mal de nuestra sociedad. Y una solución está clara: el hombre debe ser consciente que ambos sexos son iguales. Que las responsabilidades se comparten. Y que la suma hace mucho más que la resta.

Pero sobre todo, hay que trabajar desde abajo. Educar de la misma manera y con igual oportunidades a niños y niñas, adolescentes y jóvenes para que, respetando las características propias, formar personas íntegras, alejando cualquier tipo de discriminación. Y sobre todo, desterrando los estereotipos (juegos, colores, juguetes, profesiones…). Al menos, si queremos que en poco tiempo no volvamos a recordar cada 8 de marzo que no todos somos iguales.

PD. Y como siempre digo: los niños son lo que ven, por lo cual siempre, SIEMPRE, hay que predicar con el ejemplo. Y yo aquí, con mis errores, tampoco soy precisamente perfecto
Alejandro Gámiz
Un candil en el patio
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