Sunday, May 22, 2011

La homilía de Betania: ¿Y QUÉ NOS APORTA LA FE? por Javier Leoz



Por Javier Leoz

Ni todos valemos para todo, ni unos pocos, pueden hacerlo todo. Y, la primera lectura de este domingo quinto de Pascua, nos instala ante una gran realidad: hay que contar con los demás para llevar adelante nuestra misión de constructores del Reino de Jesús en la tierra.


1.- Seguimos en Pascua. ¡Feliz Pascua de Resurrección! ¿Dice algo la muerte de Jesús al hombre contemporáneo? ¿Transmitimos que, seguir a Jesús, es un camino, una verdad y una vida?

Los primeros seguidores de Jesús no pensemos que lo tenían fácil ni claro. Había que optar por Jesús. Estaban un tanto desconcertados con sus palabras y, para colmo, ya no era que Cristo tuviera que ser el eje fundamental de su vida sino que, dando una vuelta más a la tuerca, habría de convertirse en el único camino, en la auténtica verdad y en la referencia más absoluta para su vivir.

Pero ¿y cómo llevar este ideario a las nuevas generaciones? Tenemos que empezar desde abajo. En primer lugar hemos de colocar a Jesús en el lugar que se merece. Es un ejemplo que, con el servicio y el amor totalmente entroncados en Dios, nos interpela: ¿Amas como yo? ¿Te entregas como yo? ¿Perdonas como yo? ¿Vas por los caminos que te indico yo?

-Frente a las confusiones de las ideologías dominantes, Jesús, es un camino que aporta seguridad y confianza

-Frente a las falsedades, maquilladas con la crema del modernismo, se alza la verdad de un Jesús sustentada en Dios y no, como la del mundo, en los intereses de algunos en contra de otros

-Frente a la muerte, a veces pregonada como avance (el aborto, la eutanasia o muerte asistida), Cristo nos recuerda que su proyecto es un plan de vida y que nadie, excepto el Padre, puede considerarse dueño de la vida de los demás.

2.- Como siempre nos queda una asignatura pendiente: creer y conocer a Jesús. Para testimoniarlo primero hay que sentirlo (como María en sus entrañas), reconocerlo (como los de Emaús) e imitarlo (como los apóstoles) desde el convencimiento y no como si fuera un simple disfraz semanal. El mayor peligro y contradicción que muchos católicos podemos tener es hacer de Jesús un insignificante atajo (no camino) por el que nos colamos cuando queremos para recibir simplemente unos sacramentos; cuando lo entendemos como un consejo (no como verdad suprema) y, por lo tanto, su mensaje no es indicativo ni imperativo para nuestro pensamiento (ahí la causa primera de la debilidad del cristianismo de Europa). ¿Dónde están los “Tomás y Felipes de nuestro tiempo” que pregunten, en las estructuras políticas y decisivas de nuestro mundo, sobre la vigencia y necesidad del mensaje del cristianismo? ¡Casi nada! Brillan por su ausencia.

3.- Ya sabemos que una famosa sentencia aquello de “existen muchos caminos que conducen a la única vedad”. Pero ello no nos quita para que, como cristianos, estemos convencidos de que el único CAMINO (certero, limpio, justo, y comprometido) que nos lleva a Dios es precisamente Jesucristo Salvador. Decir lo contrario es caer en una religión a la carta: recojo esto que me conviene y dejo aquello que no me agrada.

4.- POR TU CAMINO, SEÑOR

Aunque me tiemble el pulso,

seré de los tuyos, anunciaré tu Palabra

apoyaré, con mis débiles fuerzas,

la Verdad que tu camino me indica.



POR TU CAMINO, SEÑOR

Creeré y esperaré en la eternidad que me brindas

Soñaré que, más allá de la noche incierta,

aguarda un paraíso de felicidad y de plenitud



POR TU CAMINO, SEÑOR

Entenderé que, más allá de la casa en la tierra,

me esperas con un sitio cerca del Padre

volverás para cumplir, como siempre lo haces,

con tus promesas que superan

las nuestras, humanas, caducas y falsas



POR TU CAMINO, SEÑOR

Descubriré que, avanzando Tú por delante,

eres la vía que lleva al rostro del Padre

eres el sendero iluminado por el Espíritu Santo

eres Aquel que, cuando se mira,

encuentra frente a frente al que en el cielo espera



POR TU CAMINO, SEÑOR

Te veremos y cantaremos la grandeza de creer en Ti

Te conoceremos y, contigo, sabremos de Dios

Te conoceremos y, contigo, viviremos en Dios

Te conoceremos y, contigo, marcharemos al Padre

Viviremos y, viviendo contigo,

sentiremos que vivimos Aquel que te envió

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